viernes, 22 de marzo de 2013

Historia de un niño judío que fue llevado completamente solo a Auschwitz


La tristeza de esta historia, la del niño judío Richard Frenkel, de poco más de dos años, que fue deportado a Auschwitz completamente solo, no tiene fin. Su breve existencia es un pequeño ejemplo, uno entre millones, de la represión nazi. ABC publicaba ayer los resultados del estudio más amplio hecho sobre el Holocausto, que multiplica por tres las consecuencias de la criminal planificación que provocó entre 15 y 20 millones de víctimas. Los campos, guetos y lugares de detención, tortura y asesinato sumaron más de 42.000, según las nuevas estadísticas documentadas por el Museo Memorial del Holocausto de Washington.
Quien ha rescatado la historia de este niño y su familia del olvido es el Yad Vashem, el Lugar de los Nombres, el museo con una de las más difíciles misiones del mundo: mantener viva la memoria y los nombres de aquellos que el huracán de odio nazi trató de borrar. Richard Frenkel era un niño hermoso, que había nacido en un mundo en guerra, en 1940, de una pareja formada por Nissan Frenkel y Ester Horonczyk. En sus ojos brillaba una esperanza. En la página web de Yad Vashem hay una exposición online que ha reunido todas las pistas y fragmentos que su pequeña y valiosa vida dejó, siguiendo el destino de sus padres.

Vida nueva y truncada en París

La historia arranca en Polonio donde vivían los Horonczyk. A la muerte de la madre de Esther, decidieron probar una nueva vida y viajaron a París, donde fundaron una floreciente sastrería y ampliaron la familia. Sin embargo, allí les atropellaría la guerra. La represión los destrozó más allá de lo que nadie, y mucho menos ellos, hubiera podido imaginar.
En medio del torbellino de detenciones y deportaciones que siguieron a la invasión nazi de Francia, casi toda la familia acabó recluida en centros de detención y de tránsito como los de Drancy y Pithiviers. Centros que son solo dos de esos 42.500 documentados ahora por el nuevo estudio de Washington y desde donde tantos fueron conducidos a la muerte. Allí, en suelo francés, con mayor o menor rapidez, el destino fue cebándose con miles de vidas. De toda la amplia familia de los Horonczyk que había viajado a París, apenas se terminó salvando una de las tías de Richard, el niño de nuestra historia: se trata de Leah, la hermana de Esther, su hijo Raphael y su marido Solomon. Solo ellos.
Solomon sí pudo escapar de Pithiviers, ponerse a salvo en un pequeño pueblo junto a su esposa e hijo y tener, después de la guerra otros dos hijos gemelos. No tuvo la misma suerte Nissan Frankel, el padre de Richard y esposo de Esther, quien vio interrumpida su feliz vida. En cuestión de semanas, Nissan fue deportado a Beaune-la-Rolande y de allí, en junio de 1942 a Auschwitz, donde fue asesinado, junto a dos de sus cuñados que viajaban en el mismo transporte.

La detención de Esther y Richard

Y llegó el día que detuvieron a Esther y a su hijo Richard de tan solo 2 años. Fue el 17 de julio de 1942, y toda la familia lo supo por Fanny Korman, una prima de Richard, de 6 años de edad, que fue corriendo a decirlo a casa de los Horonczyk. El abuelo, Shimon, bajó a la calle, nada más conocer la noticia y suplicó a los policías franceses que le detuviesen a él en lugar de a su nieto. Los agentes le espetaron que esperase unos días, que vendrían a por él. Y así fue. Trasladado a Pithiviers, y luego a Drancy, fue deportado a Sobibor, uno de los campos de la muerte, donde fue asesinado.
Esther y su hijo estuvieron poco tiempo juntos en Pithiviers. El 7 de agosto, ella fue obligada a subir a un infame vagón con destino al infierno de Auschwitz. No es difícil imaginar su angustia al ser forzada a abandonar a su hijo, con poco más de dos años. Completamente desamparado, Richard compartía su penoso destino con otros 1.800 niños cuyos padres habían salido ya amontonados como ganado en los trenes hacia las cámaras de gas. Asomarnos a la angustia de ese niño, y multiplicarlo por los otros 1.800 infantes que allí esperaban junto a él, hace que nuestra imaginación pise cristales.

Última carta, arrojada desde el tren

El Yad Vashem conserva un trozo de papel que Esther Frenkel alcanzó a arrojar desde el interior del vagón. Una cuartilla amarillenta escrita con lapiz y palabras caóticas, las más angustiosas palabras que una madre haya escrito jamás. Dice así:

Historia de un niño judío que fue llevado completamente solo a Auschwitz
Yad Vashem
La carta arrojada desde el tren



Queridos míos: ayer en el último minuto me llamaron para el traslado. Me han subido al tren. Y no sé que ha sido de mi Richard. Él está todavía en Pithiviers. ¡¡¡Salvad a mi niño, a mi bebé inocente!!! Cómo estará llorando. Nuestro sufrimiento no es nada. Salvad a mi Richard, a mi pequeño querido. Yo no puedo escribir. Mi corazón, mi Richard, mi vida, está lejos, y nadie le está protegiendo, a mi pequeño de dos años. ¡Morir, deprisa, oh niño mío! Devolvedme a mi Richard. Esther"
Deprisa... tal vez sea la palabra. Pero el tiempo debió pasar demasiado lento para el niño, los días velados por las lágrimas, entre desconocidos, perdido en aquel lugar de un mundo en guerra. Hasta que llegó el 15 de agosto y Richard sufrió otra mudanza. De Pithiviers a Drancy. Allí otra vez la espera, sintiéndose de nuevo perdido, quien sabe si a lo mejor ajeno a su triste destino.
Deprisa el tiempo, demasiado deprisa, consumía su pequeña vida, ahogada en aquel mar violento. El 10 septiembre, unas pocas semanas, nada más, desde su llegada a Drancy, y sin que hubiera podido encontrar a nadie conocido, Richard Frenkel subió al tren que le llevaba a término.
Aquel fatídico transporte 31 llevaba a Auschwitz a mil personas. Amontonados en vagones de ganado después de mil penurias. Entre ellos, todos extraños y todos hermanos, viajaban 171 niños. Entre ellos, perdido, el pequeño Richard Frankel. Ya no tuvo ni una oportunidad. De todo el transporte solo 380 personas pasaron la selección que les concedería un epílogo mísero de esclavos. El resto fueron directamente a la cámara de gas.
Presa del terror, desnudo, desorientado, girando en la oscuridad de un odio incomprensible, buscando tal vez calor entre los famélicos cuerpos de cientos de extraños, en el sitio exacto en el que habían caído asesinados su padre, primero, y su madre, después; llegó allí, presa de la misma angustia, una angustia de plomo para un niño tan pequeño, cuando las duchas exhalaron su veneno y se llevaron su vida.

Vía| ABC

viernes, 8 de marzo de 2013

El mapa del horro nazi se ensancha

Existen los grandes e infames nombres que siempre conformaron la cartografía del horror: Auschwitz, Dachau, Treblinka, Varsovia. Y luego viene el vasto e interminable universo de grandes, medianos o pequeños campos de concentración y guetos que formaron el corazón del régimen nazi. Ahora, un estudio elaborado por investigadores del Museo del Holocausto de Estados Unidos en Washington ha cifrado en 42.500 los centros de la tortura, el sufrimiento y la muerte pensados y puestos en marcha por los nazis.

El total es tan inmensamente superior al que se creía hasta ahora que puede que la historia del Holocausto esté a punto de ser reescrita. De hecho, el hallazgo realizado por Geoffrey Megargee y Martin Dean —principales responsables del proyecto— es de tal envergadura en los números que aporta que ha caído como una auténtica bomba entre los especialistas del horror nazi y la solución final.

Según Megargee y Dean, entre 15 y 20 millones de personas murieron o fueron prisioneras en algunas de las instalaciones que el régimen nazi creó en Alemania o en sus países ocupados desde Francia a Rumanía, y que ahora se identifican en una gran enciclopedia cuyo último volumen está previsto que vea la luz en 2025. Los lugares ahora documentados no solo incluyen centros de la muerte, sino también 30.000 campos de trabajo forzado, 1.150 guetos judíos, 980 campos de concentración, 1.000 campos de prisioneros de guerra, 500 burdeles repletos de esclavas sexuales para los militares alemanes y miles de otros campos cuyo uso era practicar la eutanasia en los ancianos y enfermos, practicar abortos y germanizar a los prisioneros.

Hartmut Berghoff, director del Instituto Histórico Alemán en Washington, explica que cuando el Museo del Holocausto comenzó esta meticulosa investigación, “se creía que el número de campos y guetos estaba en los 7.000”. Partes enteras de la Europa en guerra se convirtieron en agujeros negros de muerte, tortura y esclavismo con la creación de campos y guetos durante el reinado de brutalidad de Hitler entre 1933 y 1945. “Ahora sabemos cómo de densa fue esa red, a pesar de que muchos campos fueran pequeños y tuvieran una vida corta”, explica.

Partes enteras de la Europa en guerra se convirtieron en agujeros negros de muerte, tortura y esclavismo con la creación de campos y guetos durante el reinado de brutalidad de Hitler entre 1933 y 1945.

En un principio, los campos se construyeron para encerrar a los oponentes políticos del régimen, pero a medida que el nazismo se extendía como un cáncer por Europa, no solo se dio caza a los judíos sino también a gitanos, homosexuales, polacos, rusos, comunistas, republicanos españoles… Dependiendo de las necesidades de los nazis, los campos y los guetos variaban de tamaño y de organización, concluye el estudio.

El mayor gueto de triste fama es el de Varsovia, que durante su mayor ocupación albergó a 500.000 personas. El campo más pequeño identificado ahora por los investigadores del Museo del Holocausto tenía a una docena de personas realizando trabajos forzados en München-Schwabing (Alemania).
La investigación se ha alargado 13 años, a lo largo de los cuales las cifras del horror fueron creciendo sin parar a manos de los especialistas... hasta llegar a esos 42.500. El mapa que dibujan estos números ofrece una fotografía en la que literalmente no se podía ir a ningún lugar de Alemania sin encontrarse con un campo de trabajo o de concentración.

Durante años, muchos investigadores han centrado su trabajo en sacar a la luz a todas las víctimas del Holocausto, que muchos consideraban que era muy superior a la que se cita en los libros de texto. El número de judíos víctimas del nazismo se cifra en seis millones.

El hallazgo es un argumento más para combatir a los revisionistas y negacionistas del Holocausto
La investigación no solo abre la puerta a un nuevo capítulo de lo que la terminología nazi denominó la solución final, sino que posibilitará a los supervivientes del Holocausto presentar demandas o recuperar propiedades que les fueron robadas. Hasta la fecha, muchas peticiones a las compañías de seguro eran rechazadas porque las víctimas decían haber estado en un campo del que no se tenía registro. Eso acaba de cambiar. Aunque en opinión del profesor Berghoff, decir que la historia se va a reescribir sería “una exageración”. “La historia del Holocausto y su dimensión ya se conoce de sobra. Pero estamos sabiendo nuevos detalles, lo que es muy importante y deja los contornos mucho más claros”, apunta.

El trabajo ha recopilado documentación aportada por más de 400 investigadores e incluye también relatos de primera mano de las víctimas que describen con precisión cómo funcionaba el sistema y cuál era su propósito. Para algunos analistas, el hallazgo no solo es una herramienta fundamental para estudiosos y supervivientes sino un argumento más para combatir a los revisionistas y negacionistas del Holocausto.

El caso personal de Henry Greenbaum, superviviente del Holocausto, de 84 años y que vive a las afueras de Washington, queda recogido en la investigación del Museo. Es un claro ejemplo de la amplia variedad de sitios que los nazis utilizaron para aniquilar a los que consideraban enemigos de su doctrina. Greenbaum pasa hoy sus días mostrando el Museo del Holocausto a los visitantes. En su brazo está tatuado el número que el régimen le asignó: A188991. Su primera reclusión fue en el gueto de Starachowice (en su Polonia natal), donde los alemanes le encerraron a él y a su familia junto a otros habitantes judíos en 1940. Greenbaum tenía entonces 12 años.

Su familia fue enviada a morir en el campo de Treblinka, mientras él y su hermana fueron destinados a un campo de trabajos forzados. Su siguiente destino fue Auschwitz, de donde fue sacado para trabajar en una fábrica —también en Polonia— y después enviado a otro campo de trabajo en Flossenbürg, cerca de la frontera checa. Con 17 años, Henry Greenbaum había pasado por cinco encierros distintos e iba camino del sexto campo cuando fue liberado por los soldados norteamericanos en 1945.

Vía| El País

martes, 5 de marzo de 2013

Extirpar el pene para curar la homosexualidad y otros crueles experimentos nazis.

Desde llevar a cabo esterilizaciones en masa de judíos hasta extirpar el pene para curar la homosexualidad. Sin duda, los científicos de Hitler sembraron el pánico con sus crueles experimentos, los cuales costaron la vida a miles y miles de indefensas víctimas.
Liderados por el «Ángel de la Muerte» Josef Mengele, decenas de médicos alemanes no tuvieron reparos en traicionar su juramento hipocrático en favor del «führer», ávido de conseguir nuevas técnicas masivas para asesinar y conocer las limitaciones del ser humano.
De hecho, a la llamada de Hitler acudieron todo tipo de científicos pertenecientes tanto a las Waffen SS (un cuerpo de soldados de élite creado, entre otras cosas, para la protección personal del líder) como a la Ahnenerbe (una secta ocultista obsesionada con lo paranormal).
Así lo afirma el periodista Óscar Herradón, autor del libro «La Orden Negra. El ejercito pagano del III Reich», editado por «Edaf». «Los experimentos concretos, más allá de los exterminios masivos en las cámaras de gas (…) fueron llevados a cabo no por uno, ni dos, ni tres “doctores de la muerte”, sino por varios centenares de profesionales de la medicina alemana que, de forma inexplicable, se dejaron llevar por la espiral asesina del régimen», determina el experto.

Los inicios: Eutanasia o «muerte por compasión»

Aunque donde se llevaron a cabo un mayor número de experimentos fue en los campos de concentración, también se crearon varios programas para mantener la pureza de la raza fuera de estos centros de exterminio. Uno de ellos fue el de la «muerte por compasión», una forma de eutanasia que se realizó de forma masiva en toda Alemania.
El uso de la «muerte por compasión» se inició en 1938. Ese año, el gobierno nazi recibió una curiosa petición por parte de una familia alemana: solicitaban el permiso para acabar con la vida de uno de sus hijos, el cual estaba impedido. Tras producirse este suceso, Hitler autorizó un programa para acabar con miles de niños con deficiencias.
«Pronto también la eutanasia se convirtió en un medio eficiente para acabar con aquellos que los nazis consideraban lacras sociales. Era habitual que a los miembros de las Juventudes Hitlerianas se les llevara de “excursión” a las instituciones mentales para que vieran la situación en la que se encontraban los enfermos (…). Además, les explicaban el enorme coste que suponía para el Estado mantenerlos con vida», explica el periodista Óscar Herradón en su libro.
De esta forma, comenzaron los asesinatos en masa, como bien explica el experto: «El Ministerio del Interior solicitó a los médicos y a las parteras que informaran de todos los casos de recién nacidos que mostrasen enfermedades graves (…) como: idiotez, síndrome de Down, microcefalia, hidrocefalia, malformaciones de todo tipo (especialmente de extremidades, cabeza y columna vertebral); y parálisis, incluyendo condiciones de parálisis cerebral».
A pesar de que para poder acabar con la vida de menores se necesitaba el consentimiento paterno, era bastante usual que se ejerciera presión sobre las familias para que acabaran cediendo y enviaran a sus hijos a los centros de muerte diseminados por Alemania. Allí, ya fuera mediante una inyección letal o mediante cámaras de gas, se acabó con cientos de vidas de enfermos no sólo extranjeros, sino también alemanes.
«Lo más escalofriante de todo ello fue el consiguiente “negocio” que los profesionales de la medicina y científicos alemanes vieron en los asesinatos de los discapacitados, cuyos cuerpos servían para sus retorcidos estudios raciales», destaca Herradón. Con el inicio de la guerra, estos escuadrones de la eutanasia recibirían de Hitler la orden de acabar con cientos de prisioneros recluidos en campos de concentración.

Vía| ABC 

Y el ganador es...



Bueno, con un poco de retraso, tras recibir muchas respuestas para nuestro concurso, 23 exactamente, hemos realizado el sorteo desde la plataforma Sortea2, pero mayor transparencia.

La lista de concursantes ha sido:

José Manuel Ordoñez
Josep Henares Pérez
Ana Bermudo Martín
Antonio Rebolledo Alonso
Alfredo Marín Benjumea
Lorena Sáez Satrústegui
Bienvenido López Jiménez
Nébula Rodríguez de la Puerta
Ricardo Artillo Pérez
Luis M. Mansilla Prieto
Fernando Cubillo Osorno
Luis Alonso Vázquez
Sergio Villegas Muñoz
Josu Arteaga Górriz
Marcos Garrudo Lastra
Ana M. Gijón Cejudo
Eduardo Escobar Ojeda
Gloria Rodríguez López
Reyes Recio Lopetegui
Armando Salvador Ortega
Cristina García Ruiz
Arturo de Miguel Cabello
David Lobato Redó

Y el ganador es:

  • Reyes Recio Lopetegui

Enhorabuena Reyes, envíanos un email con tus datos y en breve te remitiremos tu libro.