viernes, 21 de diciembre de 2012

Una nave espacial para bombardear EE.UU. y otros extraños inventos nazis que cambiaron la historia


La Alemania nazi siempre será recordada como una potencia a nivel tecnológico gracias a la gran cantidad de novedosos proyectos militares que consiguió crear en apenas diez años. Sin embargo, en el campo que más destacó fue en el de la aeronáutica. Desde la construcción de la primera nave espacial de la historia hasta la realización de unos pioneros diseños de aviones invisibles al radar, Adolf Hitler logró que la aviación alemana se adelantase casi medio siglo a su tiempo sentando las bases de la tecnología aérea moderna
Y es que, si los nazis se atrevieron a diseñar y construir todo tipo de armas que parecen sacadas de una película de ciencia ficción, no es raro pensar que lograran dar unos pasos agigantados en la tecnología de la aviación. Así, los seguidores de Hitler consiguieron fabricar, entre otras, las primeras aeronaves a reacción o unos gigantescos bombarderos que podían recorrer miles de kilómetros sin repostar.
De hecho, la evolución era tan abismal que, según afirma el escritor José Lesta en su libro «El enigma nazi» (editado por «Edaf»), si los proyectos se hubieran finalizado sólo unos pocos meses antes, los alemanes hubieran dado un giro abismal a la guerra en el aire. «La potencia destructiva y las técnicas usadas eran tan avanzadas que hasta el último momento Hitler mantenía aún esperanzas de poder dar un golpe sorpresa a los aliados», determina el experto en armamento alemán.

La primera nave espacial de la historia

Entre estas armas, la más rocambolesca se creó en respuesta a la obsesión del Führer por bombardear Estados Unidos, algo casi imposible ya que, en los años 40, ningún aeroplano disponía de la suficiente autonomía para cubrir los 6.000 kilómetros que separaban Alemania de Norteamérica. Por ello, y para conseguir su objetivo, la Luftwaffe (la fuerza aérea nazi) encargó la construcción de una de las primeras naves espaciales de la historia.
«Sin duda el proyecto más futurista y adelantado a su tiempo, con el que los nazis querían bombardear Estados Unidos, era el del “Bombardero Suborbital Sänger-Bredt”. De lejos el más atrevido invento secreto de la aeronáutica alemana», explica el experto en el libro.
Concretamente, los nazis pretendían lograr que uno de sus cohetes, tripulado y armado con un potente explosivo, se elevara hasta la atmósfera para luego dejar caer su carga sobre la capital de los Estados Unidos. «Consistía en una nave que debería alcanzar una altitud espacial a la fantástica velocidad de “match 20” –veinte veces la velocidad del sonido-», afirma Lesta.

«Finalmente, tras dejar caer su carga mortífera de bombas, regresaría del mismo modo a su base, aterrizando a 500 Km./h y desplegando unos paracaídas traseros que le facilitarían la maniobra, tras haber cruzado la mitad del planeta. Además, una de las novedades características de esta nave era que podía ser reutilizada a las pocas horas de su aterrizaje», determina el escritor. En total, toda esta misión dudaría unas 27 horas.
Además, en un principio la idea de los nazis era cargar la nave con una bomba que contuviera 5 toneladas de uranio radioactivo en forma de polvo (aproximadamente una décima parte del mismo material que se liberó en el accidente que se produjo en la central nuclear de Chernobyl). «Una vez detonada en Nueva York caería sobre la ciudad una nube radioactiva que sería mortal para la mayoría de sus habitantes», sentencia Lesta.
Por otro lado, para hacerlo funcionar se requería una plataforma de raíl casi horizontal de varios kilómetros de largo. Y es que, en contra de lo que pueda parecer, esta nave no despegaba igual que los actuales transbordadores espaciales.
Sin embargo, y en palabras del experto, la llegada del final de la contienda impidió que el proyecto se finalizara. A pesar de todo, el inventor de esta nave espacial nazi logró escapar de los aliados: «Eugene Sänger logró huir a Australia sin ser capturado. Ni que decir tiene que durante la guerra fría su proyecto fue uno de los más codiciados por ambas superpotencias. De hecho, Stalin intentó secuestrarle en los años 50 y 60 para que construyera una nave parecida que le ayudara a bombardear a los norteamericanos», determina el escritor.
Al parecer, y según explica Lesta, las investigaciones de este científico fueron usadas finalmente por la agencia espacial norteamericana: «De su trabajo salieron las ideas que llevarían a la NASA a construir el transbordador espacial. Aún así, su invento no llegó a igualarse. Por eso actualmente esta Agencia tiene en experimentación el avión espacial X-33, muy superior al actual transbordador», añade el experto.

El caza que abrió el camino de la propulsión a reacción

Otro de los grandes proyectos de la Alemania nazi fue el avión «Messerschmitt Me 262», el primer caza a reacción operativo del mundo. Este avión fue precedido por varias versiones similares de la empresa aeronáutica alemana Heinkel, las cuales no convencieron a los oficiales de la fuerza aérea nazis por sus múltiples fallos.
El uso de este tipo de aviones significaba un cambio radical en la forma de entender los combates aéreos. Y es que, durante los años 40 el principal sistema de propulsión que se utilizaba en los aviones era el de hélice. Por el contrario, este nuevo motor a reacción otorgaba una mayor velocidad a los aeroplanos, que además podían adquirir más altura y permitirse el lujo de no tener que repostar con tanta asiduidad como sus competidores. 

El Me 262 fue un auténtico quebradero de cabeza para los pilotos aliados gracias a su velocidad y su capacidad de destrucción. «Los aliados no daban crédito a lo que veían. Mientras ellos se movían lentamente con sus viejas hélices, los Messerschmitt alemanes surcaban los cielos a 850 Km./h, una velocidad nunca vista», sentencia Lesta en su libro.
De hecho, desde que comenzó el uso de este tipo de aeroplanos por parte de la fuerza aérea nazi, decenas de experimentados pilotos aliados cayeron impotentes ante ellos. «La ventaja era tal que normalmente caían veinticinco aparatos aliados antes de que un avión a reacción fuera abatido», determina el escritor con asombro.
Sin embargo, como sucedió con la mayoría del armamento que podría haber dado la victoria a los nazis, este aeroplano llegó demasiado tarde y era muy inferior en número a los aviones aliados. «La unidad de Me 262 era muy reducida, además, el primer caza de estas características entró en combate en mayo de 1944, un año antes de acabar la guerra. Para entonces el número de aviones aliados en vuelo era muy superior», apunta Lesta. Con todo, y a pesar de no llevar a la victoria al régimen nazi, la tecnología de los Me 262 y la de los aviones precursores supuso un gran avance para la aeronáutica.

Un bombardero invisible al radar

Finalmente, uno de los últimos proyectos aéreos revolucionarios de los nazis corrió a cargo de Reimar y Walter Hortem. Estos hermanos crearían los primeros aviones en forma de ala delta de la historia haciendo uso de un diseño que en la actualidad poseen un gran número de cazas y bombarderos militares.
Concretamente, los Hortem idearon este tipo de avión debido a que, tras varias pruebas, descubrieron que ofrecía menos resistencia al viento que el resto de aeroplanos. De esta forma, se obtenían una serie de ventajas en vuelo como la capacidad de recorrer una mayor distancia sin la necesidad de repostar o la posibilidad de viajar a una velocidad mucho mayor que el resto de aparatos.

Así, Hitler requirió a los Horten para llevar a cabo su viejo sueño: bombardear Estados Unidos con un avión que partiera desde Alemania. «Únicamente el bombardero en forma de “Ala volante” (Ho 18) propuesto por los Hermanos Horten era lo suficientemente avanzado como para cumplir los requisitos de una travesía tan larga», determina Lesta.
De esta forma, su objetivo quedó claro: «El Ho 18 debería despegar de una base secreta alemana realizando un viaje de ida y vuelta a la costa este norteamericana. En un único intento y sin escalas, tendría que cruzar el Atlántico hasta llegar a Nueva York. Una vez allí dejaría caer una única bomba de 4 toneladas y regresaría inmediatamente a Alemania sin repostar. La velocidad del avión debería ser muy alta, de al menos 1000 Km./h», añade el experto.
A su vez, la revolución de este avión no venía únicamente por su diseño, sino que, además, fue el primer aeroplano que era invisible a los radares norteamericanos. «La superficie del bombardero tendría una capa de pegamento especial a base de carbono, con lo cual sería indetectable a los radares americanos de la época. Los Hortem habían construido los primeros aviones invisibles al radar casi medio siglo antes que los americanos».

Sin embargo, finalmente el proyecto fue detenido por las fuerzas aliadas. «Los americanos llegaron a las fábricas de “Alas Volantes” y el taller de los Horten descubriendo el extraño caza a reacción. Inmediatamente lo transportaron a EE.UU. donde sería estudiado por la casa aeronáutica Northrop», explica Lesta.
Al parecer, posteriormente Walter Horten trataría de contactar con los norteamericanos para unirse al proyecto. «Cuando un año después escribió una carta a Jack Northrop para seguir en los EE.UU. su carrera como diseñador de “Alas Volantes” no recibió respuesta. No se trataba de falta de talento, más bien era lo contrario, Northrop se había hecho con todas sus ideas y comenzó a construir ese tipo de aviones para la industria militar norteamericana», añade el escritor.
Casi 50 años después, los sueños de los Hortem se hicieron añicos cuando los estadounidenses presentaron dos de sus nuevos aviones: un caza invisible en forma de ala delta (F117) y un bombardero que no captaba el radar (B2), ambos basados en sus diseños.

Publicado en ABC 




miércoles, 19 de diciembre de 2012

Recibe una felicitación navideña para su abuelo escrota en 1941 desde el frente nazi

Un hombre de 55 años residente en el centro de Alemania recibió ayer, con 71 años de retraso, una felicitación navideña enviada a su abuelo por uno de sus vecinos, destacado en la II Guerra Mundial en la isla británica de Jersey, que estuvo ocupada hasta 1945 por los nazis.
La carta, fechada en diciembre de 1941, y otras 85 misivas dirigidas por soldados alemanes desplegados en Jersey a sus familias y amigos por aquellas fechas no llegaron jamás a su destino -al menos hasta ahora- ya que fueron robadas de la oficina de correos en el frente por los habitantes de esta isla en el canal de la Mancha.
«Probablemente fueron adolescentes que lo entendieron como un acto de resistencia contra los ocupantes alemanes», declaró el representante del servicio postal de Jersey, Michael McNally, citado por el diario digital inFranken.de.
Carteros de los correos de Jersey y del servicio postal alemán hicieron llegar ayer finalmente las felicitaciones navideñas a Engelbert Josef Bergmann, vecino de Mühlheim am Main, en el estado federado de Hesse, y nieto del destinatario de la misiva.

Recelo de los familiares

«Feliz Navidad y próspero Año Nuevo te desea el soldado Emil Adam. Muchos recuerdos a Maier, Fischer y Melcher», leyó Bergmann al recibir la carta -escrita con cuidada caligrafía- con cierto alivio ante las inofensivas palabras del mensaje, pues, como dijo, «uno nunca sabe».
Según un empleado de los correos alemanes, «algunos no quieren las cartas», tampoco la hija del remitente, Emil Adam, pues no estaba interesada en tener nada que ver con esos «asuntos del pasado».
Muchos temen que las felicitaciones redactadas durante la contienda mundial reflejen el ideario nacionalsocialista, precisaron los correos alemanes.
Las 86 cartas escritas desde el frente volvieron a aparecer en 2006 en manos de un hombre, involucrado en el robo del correo, que las entregó a los archivos de la isla.
El servicio postal de Jersey, con la colaboración de los correos alemanes, la Cruz Roja y expertos en historia militar, trató de ponerse en contacto con los destinatarios originales de las misivas o con sus herederos en Alemania.
De acuerdo con datos de los correos alemanes, el vecino de Mühlheim am Main fue el primer familiar, de un total de diez contactos que se han podido establecer, en recibir la carta original enviada desde Jersey en 1941 por Emil Adam a su vecino Josef.
Está previsto que otras cuatro cartas, fechadas entre el 16 y el 17 de diciembre de 1941, lleguen en breve a las familias de los destinatarios en la ciudad de Offenbach.

Publicado en ABC

martes, 4 de diciembre de 2012

1001 Batallas que cambiaron el curso de la historia






Desde Random House se han puesto en contacto con nuestro blog para hacernos partícipes de una de sus últimas novedas, muy apetecible por cierto.

Se trata de "1001 batallas que cambiaron el curso de la historia", donde podremos encontrar el análisis de batllas históricas y, como no, de las más importantes acaecidas durante la Segunda Guerra Mundial.


Las batallas más importantes de la historia reunidas en un volumen.
Desde las guerras a pequeña escala en tiempos antiguos hasta las devastadoras batallas de nuestros días, este libro ofrece una cuidada selección de los conflictos armados que han influido tanto política como culturalmente en la historia de las civilizaciones. 1001 batallas que cambiaron el curso de la historia es la guía esencial para conducirse a través de los más intensos, dramáticos y extraordinarios conflictos acaecidos en los últimos 5.000 años, y las consecuencias que han tenido en las civilizaciones humanas.

AQUÍ os dejo en el enlace para los que queráis más información. De todos modos, permaneced antentos al blog porque es posible que tengamos novedades en breve con respecto a un ejemplar de este libro.

viernes, 30 de noviembre de 2012

LAs 5 superarmas nazis que podrían haber dado la victoria a Hitler

De ciencia ficción. Quizás estas sean las palabras que mejor definan el súper armamento que los científicos nazis trataron de crear durante toda la Segunda Guerra Mundial y que, de haberse fabricado varios meses antes, podría haber inclinado la balanza del lado de Hitler
Desde cañones que trataban de usar la energía de los elementos naturales para acabar con los enemigos del Führer hasta máquinas con tecnología punta y en las cuáles está basado una gran parte del armamento actual. Los nazis, dedicaron durante años gran parte de sus recursos a tratar de fabricar armas que les dieran la victoria sin apenas sufrir bajas en el campo de batalla.
«Todos los expertos en armamento del III Reich han destacado un hecho evidente: si la investigación se hubiese adelantado tan sólo un año, el resultado de la contienda podía haber sido muy distinto», afirma el escritor José Lesta en su libro «El enigma nazi» (editado por Edaf). «Sin embargo, el propio sistema nazi propició también el derrumbe final del Régimen bajo el peso de los abultados y multimillonarios gastos destinados a las revolucionarias ‘armas maravillosas’», sentencia.
Y es que, el desarrollo de estas armas revolucionarias también costó una auténtica fortuna a los seguidores de Hitler, aún cuando algunas no podían fabricarse más que en la imaginación. Sin embargo, tampoco se puede negar que, gracias a estos «sueños», Alemania se adelantó varios años a la capacidad tecnológica de su época.

Las «armas limpias»

De entre todos los inventos que los nazis idearon para la guerra, los que más destacan por su originalidad son las denominadas «armas limpias», llamadas así debido a que utilizaban la energía del medio ambiente para funcionar. 

1 - La primera de ellas es el «cañón de viento», un artefacto ideado para lanzar rayos de aire. «Diseñado en Stuttgart durante la guerra, era un tipo de arma que podía emitir un flujo pulsante de aire comprimido. Feo y grotesco en apariencia, estaba construido con un gran caño curvo con un codo en forma de giba», determina el experto.

Este cañón funcionaba presuntamente con oxígeno e hidrógeno en proporciones moleculares, los cuales, al unirse, creaban una mezcla mortal que se podía llegar a disparar. «Lanzaba, tras una violenta detonación, un proyectil ‘de viento’, una especie de golpe de aire comprimido y vapor de agua que tenía un efecto similar al de una granada», explica Lesta.

Al parecer, y según determina el escritor: «Las pruebas se realizaron en Hillersleben, y se logró destruir planchas de madera de 2,5 centímetros de grosor a 183 metros de distancia». En palabras de Lesta, un prototipo de este cañón fue instalado sobre un puente sobre el río Elba para su protección, pero nunca fue utilizado.

2 - Otra «arma limpia», según determina Lesta, fue el «cañón sónico», creado en los años 40 por el doctor Richard Wallauschek. «Estaba formada por dos reflectores parabólicos conectados por varios tubos que formaban una cámara de disparo. A través de los tubos entraba en la cámara una mezcla de oxígeno y metano que era detonada de forma cíclica», explica el experto.

«Las ondas de sonido producidas por los explosivos, por reflexión, generaban una onda de choque de gran intensidad que creaba un rayo sónico de enorme amplitud. La nota aguda que enviaba superaba los 1.000 milibares a casi 50 metros. A esta distancia, medio minuto de exposición mataría a cualquiera que se encontrara cerca, y a 250 metros seguiría produciendo un dolor insoportable», determina Lesta.
A pesar de que el «cañón sónico» podría haber revolucionado el mundo armamentístico de la II Guerra Mundial, finalmente no se llegó a utilizar debido a su gran tamaño (pues, al parecer, una de sus piezas medía más de tres metros). Sin embargo, algunos documentos afirman que llegó a probarse contra animales.

3 – El tercer artefacto con el que se hicieron pruebas fue la conocida como «arma vórtice», el cual tenía la finalidad de crear torbellinos para derribar a los aviones aliados. «Se construyó en el Instituto Experimental de Lofer, en el Tirol austríaco. Diseñada por el doctor Zippermeyer, tenía como base un mortero de gran calibre que se hundía en el suelo y disparaba proyectiles cargados de carbón pulverizado y un explosivo de acción lenta», sentencia Lesta.

Al parecer, el objetivo que se buscaba con este curioso invento era derribar a los aeroplanos enemigos en el momento en que explotase la mezcla. Este revolucionario artefacto, sin embargo, no surtió efecto en sus primeras pruebas, por lo que se intentó mejorar.

«Se llegó a la conclusión de que se podrían producir oscuros y enormes torbellinos a base de polvo de carbón con la potencia suficiente para romper las alas y la estructura de los aviones aliados. El alcance del arma se cifró en unos 150 metros», explica el experto en su libro. Según parece, este original cañón no llegó a utilizarse nunca como tal, pero sí algunas armas basadas en el viento.

4 – Finalmente, y dentro del armamento climatológico, destacó el «cañón solar», el cual utilizaba la energía de este astro para lanzar un gigantesco rayo de calor sobre los aviones enemigos. «Los bocetos iníciales mostraban un gigantesco reflector que, a modo de espejo, debía captar una gran cantidad de rayos solares focalizándolos en una zona determinada», aclara Lesta.

Sin embargo, y a pesar de que presuntamente se construyó un modelo inicial de este aparato, tampoco se llegó a utilizar en combate debido a que el prototipo fue robado por los americanos casi al final de la guerra. «Nunca se volvió a saber nada más acerca del mismo», finaliza el experto.

Una bomba revolucionaria

5 - Finalmente, la última de estas curiosas armas fue la llamada «bomba endotérmica». «Se trataba de explosivos que serían lanzados por aviones de gran radio de acción y con capacidad para, al detonar, crear una zona de intenso frío que congelaría en un radio de un kilómetro toda forma de vida de manera temporal. Es uno de los ingenios de los que menos información se dispone», sentencia el escritor.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Guardianas nazis: arcángeles del terror


El MAL, con estas aterradoras mayúsculas, existe, late perverso entre nosotros, palpita cruelmente en los genes de la especie, dormita en hogares entrañables donde se cobija la alimaña. Seres, más o menos humanos, más o menos corrientes, se convirtieron en la Europa de los años treinta, en asesinos despiadados, impávidos torturadores, bestias sin límite, en el Gulag, y en los campos de exterminio nazi.
Golpeaban, mutilaban, asesinaban, lanzaban perros furiosos contra los prisioneros, destrozaban los pechos de las detenidas a latigazos, colaboraban en los planes de selección del Dr. Mengele, el Dr. Muerte para sus dantescos experimentos, eliminaban a los niños enfermos, las mascotas, se paseaban a caballo entre los presos desnudos exhibiendo su crueldad, inoculaban enfermedades a los reclusos para observar su comportamiento.... Así se extendió la historia más universal de la infamia en los campos de exterminio.

Terror global nazi

Era el terror global nazi, la solución final, la carnicería sistemática. Pero no era un terror anónimo. Detrás de los asesinatos y martirios sin número se escondían nombres propios, apellidos, biografías casi siempre bordadas a las calaveras de las SS. Y entre esos nombres, tantos, muchísimos, hasta casi cuatro mil de mujeres. 

Estos dantescos testimonios son recogidos en «Guardianas nazis. El lado femenino del mal» (Edaf), excelente libro de Mónica González Álvarez (con prólogo del forense José Cabrera), en la mejor tradición de los historiadores británicos que no solo aportan hechos y documentación, sino también sensaciones y emociones.
Aquí no hay generalizaciones, aquí hay diecinueves caras dantescas, ejemplos del terror, porque como la misma escritora explica «es como debería de ser siempre. Conocer no solo la identidad de las víctimas sino también la de sus verdugos. Casos como estos no deberían de ocultarse jamás. Estas guardianas fueron muchísimo más crueles que sus camaradas masculinos. Fueron el brazo ejecutor de los peores crímenes que ha dado la Humanidad. Por ejemplo, "la Bestia de Auschwitz" torturó y mató a más de 500.000 "mascotas" judías. Así denominaba a sus víctimas. La Binz mataba a hachazos a mujeres embarazadas. O la popular “Zorra de Buchenwald” que ordenaba extirpar piel humana tatuada para fabricar lámparas de decoración».

Educadas para el odio

No eran casos aislados, esta gente recibía formación, instrucción y educación para hacer lo que hacían. Ése era el primer paso a seguir para formar parte del personal de las Waffen-SS. El destino inicial era Ravensbrück, también conocido como "Puente de los Cuervos", el principal campo de instrucción nazi. Allí ingresaron más de 3.600 mujeres entre 1936 y 1945. Durante las largas horas de entrenamiento aprendían a impartir dolor extremo, a golpear y apalear con toda clase de instrumentos, a practicar sacrificios, a seleccionar a niños y mujeres, o a realizar los famosos pases de revista donde obligaban a los reclusos a desnudarse y permanecer de pie durante horas. Una vez completada la instrucción eran enviadas a los múltiples campamentos de concentración y exterminio». 

Cuando dejaban el «trabajo», la mayoría llevaba una vida «normal» con marido e hijos. «Así es -continúa la historiadora-. Eran mujeres corrientes, insignificantes desde un punto de vista laboral, porque hasta que no se alistaron en la Liga Alemana de Mujeres no tuvieron un especial protagonismo, eran mediocres. Eran analfabetas y la mayoría no había ido ni a la escuela. Y si lo pensamos bien, cualquiera podría haber sido nuestra vecina porque, aparentemente, eran personas normales. Hasta que un buen día se toparon con los ideales promulgados por un Hitler hipnótico que les hizo caer en sus redes. Ilse Koch tuvo tres hijos y aún así disfrutaba fustigando con su látigo a criaturas y bebés hasta la muerte». 


Mónica González Álvarez las ha clasificado en arcángeles y apóstoles. La denominación merece una explicación: «Ambos vocablos reflejan a la perfección quiénes fueron estas mujeres. Para aquellos que puedan pensar que hay un significado religioso detrás me temo que no lo encontrarán. La palabra "arcángel" representa un "espíritu bienaventurado" de orden medio entre los ángeles y los principados. Por lo que si buscamos una similitud con el caso de las siete supervisoras germanas nos encontramos con unos seres "venerados" por su régimen y que se encontraban entre Hitler (su Dios) y las SS (los principados). Ahora bien, las auxiliares restantes a las que describo como "Las 12 Apóstoles del Reich", serían aquellas que predicaron y difundieron entre sus más fieles seguidores la semilla de la doctrina aria. Sin ellas la figura del Führer jamás se hubiera podido perpetrar un exterminio tan devastador».

Un plan asesino

Más terrible que el sadismo y la crueldad aterra pensar que la mayoría no estaban locas, sino que seguían un plan. «Después de leer las actas de los juicios, una se da cuenta que no solo ellas, sino todos los miembros que componían el Reich, creían fervientemente que no estaban haciendo nada malo, que todo era por el bien de la Humanidad. Limpiar el mundo de la lacra semita les hacía sentirse invencibles. Eran conscientes de la atrocidad y la consternación pero en ningún momento creyeron que estaban cometiendo crimen alguno. De hecho, ninguna se arrepintió de su comportamiento en los campos de concentración, todo lo contrario, se sentían de lo más orgullosas. Imagínese cuando algunas de ellas quedaron en libertad…». 

Tal era su comportamiento aterrador, que sus compañeros, curtidos nazis «les tenían miedo. Su sola presencia infundía pavor. Imaginémonos a las típicas mujeres de belleza aria, atractivas incluso, pero de talante rudo y mirada sádica, vestidas con botas altas negras y portando látigos, fustas o pistolas. Cuando caminaban por el campamento lo hacían buscando presas a las que torturar y eso se respiraba en el ambiente. Los prisioneros preferían morir en la cámara de gas que cruzar una sola palabra con cualquiera de ellas. Por eso sus camaradas preferían no llevarles la contraria y sus jefes intentaban mantenerlas contentas. Al fin y al cabo, ellas eran las dueñas y señoras de todo aquel horror. Si la Maldad existe, estas guardianas fueron sus principales representantes en la Tierra».

martes, 30 de octubre de 2012

El mártir de Auschwitz

Si no conseguían atrapar al prisionero fugado, todos sabíamos las consecuencias… matarían a diez de nuestro barracón.
Estas eran las palabras de Franciszek Gajowniczek, prisionero polaco nº 5659 del campo de exterminio de Auschwitz.

La noche del 30 de julio de 1941, en el último recuento del día, faltaba uno compañero del barracón de Franciszek. Sonaron todas las alarmas, los encerraron a todos y los alemanes comenzaron su búsqueda… Por un lado, nos alegrábamos de que alguien pudiese escapar de aquella condena pero, por otra lado, suponía la muerte de otros. A la mañana siguiente, sin haber conseguido capturar al huido, nos sacaron a los 2.000 recluidos en el barracón y nos tuvieron en posición de firmes durante todo el día bajo el sol abrasador. Por la noche, el coronel de las SS Kark Fritsch volvió a pasar lista para elegir a los 10 prisioneros que, como represalia, serían ajusticiados… Franciszek Gajowniczek estaba entre ellos. Cuando dijeron su nombre, dio un paso al frente y murmuró:
Pobre esposa mía; pobres hijos míos.
El compañero que tenía al lado, el prisionero nº 16.770 Maximiliano Kolbe, se adelantó y dijo:
Coronel, soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el lugar de este hombre que tiene esposa e hijos.
Al coronel no le hizo mucha gracia pero, al fin y al cabo, qué más daba matar a uno u otro. Para que la muerte fuese lenta y agónica, los encerraron para morir de hambre… Bruno Borgowiec, un polaco que fue asignado a prestar servicio en la celda donde fueron encerrados, contó antes de morir en 1947:
El hombre encargado de vaciar los cubos de orina siempre los encontraba vacíos. La sed les condujo a beber el contenido. El padre Kolbe nunca pidió nada y en lugar de quejarse animaba a los otros diciendo que el fugitivo podría aparecer y todos sería liberados – efectivamente, apareció muerto en una letrina pero el coronel ya no quiso dar marcha atrás -. Uno de los guardias de las SS comentó: este sacerdote es realmente un gran hombre. Nunca he visto a nadie como él…
Dos semanas pasaron de este modo. Uno tras otra morían, hasta que sólo quedó el padre Kolbe. Aquello se alargaba demasiado y decidieron ponerle fin: una inyección letal. Aquel sacerdote, hijo de alemán y polaca, fue, durante el tiempo que estuvo recluido, una pequeña luz de esperanza en un lugar de desesperación y muerte; igual que lo había sido para 3.000 refugiados polacos, entre los que se encontraban 2.000 judíos, cuando los escondió en un convento cerca de Varsovia tras regresar de Japón y la India donde fundó varios conventos.
Treinta años después, cuando Franciszek Gajowniczek asistió a la beatificación de Maximiliano Kolbe, pronunció estas palabras:
Sólo pude darle las gracias con la mirada. Yo estaba aturdido y no podía comprender lo que estaba pasando: Yo, el condenado, sigo viviendo y otra persona, voluntariamente, ofreció su vida por mí. ¿Es esto un sueño? [...] no tuve tiempo de decirle nada a Maximiliano Kolbe. Me salvé. Y se lo debo a él. La noticia se extendió rápidamente por todo el campamento. Fue la primera y la última vez que un incidente sucedido en toda la historia de Auschwitz.
Durante mucho tiempo sentí remordimiento al pensar en Maximiliano por permitir que me salvase firmando su sentencia de muerte. Pero ahora, al reflexionar, comprendí que un hombre como él no podía hacer otra cosa. Tal vez pensó que como sacerdote su lugar estaba al lado de los condenados para ayudarles a mantener la esperanza [...]
 
Esta entrada ha sido originalmente publicada en el blog "Historias de la Hstoria".

sábado, 20 de octubre de 2012

Desalojan a 8.000 personas en Budapest por una bomba de la Segunda Guerra Mundial

Las autoridades húngaras desalojaron a 8.000 personas para desactivar una bomba de la Segunda Guerra Mundial encontrada en Budapest, en el río Danubio, según informó la agencia húngara MTI.

La bomba fue hallada este jueves en las cercanías del puente ferroviario del norte de la ciudad, en el barrio Óbuda, pero la desactivación se realizó este viernes, después de que se desalojara a ocho mil personas en un círculo de un diámetro de un kilómetro.

Los agentes especiales se sumergieron en el agua del Danubio para llegar hasta la bomba y realizar las obras necesarias.

Mihály Vörös, oficial del Ejército húngaro, explicó que una eventual explosión de esa bomba "hubiese podido causar daños en los edificios en un círculo de un kilómetro de diámetro e incluso poner en peligro vidas".

El artefacto desactivado fue trasladado a un polígono especial del Ejército, para destruirlo. Budapest fue afectado severamente por bombardeos de las partes en conflicto durante la Segunda Guerra Mundial, y especialmente golpeada en los primeros meses de 1945.

viernes, 5 de octubre de 2012

Hugo Boss, el sastre que confeccionaba los uniformes de las tropas nazis

La conocida firma de ropa «Hugo Boss» es sinónimo de calidad, elegancia y, sobretodo, alta costura. Sin embargo, su fundador, Hugo Ferdinand Boss, era conocido en la Segunda Guerra Mundial por algo bien distinto: fabricar los trajes para las tropas nazis dirigidas por Hitler y usar a prisioneros judíos como mano de obra. Y es que, este costurero alemán fue durante años el sastre del Tercer Reich
La historia de Hugo Boss comienza en 1923, año en que el modista fundó un pequeño taller de sastrería en Metzingen, un pueblo al sur de Stuttgart. Allí, como afirma el historiador y periodista Jesús Hernández en su libro «100 Historias secretas de la Segunda Guerra Mundial» (el cual presenta en su blog), «el sastre se dio cuenta de que el negocio era vestir a las tropas hitlerianas».

Boss, un nazi convencido

Corría el año 1931 y Alemania vivía asolada por las duras condiciones que le habían impuesto los aliados por ser la nación que, de forma «oficial», había iniciado la Primera Guerra Mundial. Concretamente, este país se veía ahora en la ruina ya que estaba obligado a pagar grandes impuestos al bando vencedor (denominados como «reparaciones de guerra»). Esto, unido a la gran crisis económica de 1929, había dejado a Alemania en el ostracismo.
En esa época, un joven Adolf Hitler había tomado ya las riendas del Partido Nazi y su discurso comenzaba a convencer a muchos alemanes. Y, al parecer, uno a los que persuadió fue Hugo Boss. «En abril de 1931, cuando aún Hitler no había llegado al poder, Boss, que entonces tenía 46 años, decidió alistarse en el Partido Nazi. Su número de afiliado sería el 508.889» afirma Hernández.
En 1933, dos años después de comenzar su aventura textil, y tras pasar multitud de calamidades económicas, Hugo Boss ya había decidido que su futuro sería proporcionar la indumentaria a las «Waffen SS» (un cuerpo de elite creado por Hitler para su protección, entre otras funciones), las SA (una organización paramilitar del partido nacionalsocialista), y las Juventudes Hitlerianas, según explica el historiador.

Ese mismo año, las ventas comenzaron a incrementarse, y, en términos del historiador, Hugo Boss incluyó un anuncio en un diario local afirmando lo siguiente: «Uniformes de las SS, las SA y las HJ. Ropa de trabajo, de deporte y de lluvia. La hacemos nosotros mismos, con calidad buena y reconocida y a buenos precios. Boss. Ropa mecánica y de trabajo, en Metzingen. Firma homologada por las SA y las SS. Uniformes con la licencia del Reich». Su futuro acababa de quedar sellado.
Desde ese momento los pedidos del ínfimo taller se multiplicaron. «Años más tarde, en 1935, Boss decidió abandonar la fabricación de ropa civil y dedicarse exclusivamente a la confección de uniformes. Seguramente, a Boss no le pasó desapercibido el dato de que entre miembros de las SS, SA y Juventudes Hitlerianas sumaban un total de tres millones y medio de uniformes, y que alguien debía de fabricarlos» sentencia Hernández.
Hugo Boss acertó de lleno, como explica el historiador: «La diversidad del vestuario del Tercer Reich debía ser atendida. Por ejemplo, el vestuario tipo del militar alemán podía tener hasta ocho uniformes distintos: el de campaña, el de servicio o diario, el de guardia, el de parada, el de presentación, el de paseo, el de trabajo, el deportivo y el de sociedad, este último solo para los oficiales».

El negocio progresa

Los pedidos llegaron a cientos hasta Metzingen, lo que provocó que Boss se planteara comprar en 1939 una fábrica de telas para ahorrar costes en el proceso de creación de las prendas. El mercado era sin duda favorable para la marca.
Ese año sucedió además un hecho que convertiría a Hugo Boss en una de las marcas con más beneficios en Alemania: la invasión de Polonia por parte de las tropas nazis el 1 de septiembre de 1939. La maquinaria militar de Hitler se puso en marcha y alguien tenía que proporcionar la vestimenta a todos aquellos soldados que recorrerían medio mundo. El elegido, como no podía ser de otra forma, fue aquel sastre que trabajaba en Metzingen.

Además, y según explica Hernández, la guerra amplió el mercado del modista, que ahora recibía multitud de nuevos pedidos, algunos incluso de la Wehrmacht (el grueso de las fuerzas de tierra, mar y aire del ejército alemán). «En el taller de Metzingen llegaron también pedidos de la Sección de Vestuario (Bekleidung) y del Estado Mayor (Stab), perteneciente a la Oficina de Asuntos Generales del Ejército (Allgemeines Heeresamt)» determina.
Boss era en ese momento un empresario acaudalado cuyo producto era conocido en toda Alemania. «El pequeño taller de Metzingen se convertía así en la segunda compañía textil más importante de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial» sentencia el historiador.

La guerra y la escasez de materiales

Aunque la guerra significó el aumento de los pedidos para Boss, le provocó también una serie de problemas. El primero de ellos tuvo que ver con la disminución de la entrada de productos a través del comercio, lo que provocó la escasez de materias primas para confeccionar los trajes. A esta dificultad se unió además el recorte en el presupuesto destinado a los uniformes que hizo el Gobierno Alemán, ya que necesitaba el dinero para la investigación armamentística.

Sin embargo, Boss ideó una solución sencilla. «Si en los años treinta los uniformes de las SS, la SA, las HJ y la Wehrmacht estaban fabricados con una mezcla de fibras y lana, durante la guerra la lana reciclada pasaría a ser el elemento básico de los uniformes» afirma Hernández.
A su vez, los alemanes discurrieron otras formas de conseguir materias primas, requisárselas a sus enemigos. «Las necesidades de vestuario del Ejército alemán nunca se pudieron cubrir completamente debido a la escasez de materias primas. Por tanto, las tropas germanas se vieron forzadas a requisar toneladas de ropa en los países ocupados» destaca el historiador.
Otro problema que se le planteó a Boss fue la falta de trabajadores. Sin embargo, en su ayuda acudieron de nuevo las tropas de Hitler: «Hugo Boss no dudó en utilizar mano de obra de trabajadores esclavos procedentes de los países ocupados, sobre todo mujeres polacas. Entre 1940 y 1941, trabajaron treinta prisioneros franceses. Además las SS facilitaron a Boss la incorporación de una veintena de trabajadores polacos procedentes de campos de concentración», informa Hernández.

La empresa tras la contienda

Después de la guerra, aproximadamente en 1945, las cosas cambiarían radicalmente para Hugo Boss, que pasó de ser un empresario reconocido a ser acusado por el nuevo Gobierno de colaboracionista con el nazismo. «Hugo Boss fue declarado por las autoridades aliadas ‘beneficiario’ del régimen nazi y su empresa fue calificada de ‘importante’ en el entramado económico del régimen de Hitler, dos condiciones que comportaron que Boss perdiera el derecho al voto y una multa de 80.000 marcos» destaca en su libro el periodista.

A pesar de la gran cantidad de la multa, en un principio el dinero no era un problema para el sastre. «Este importe lo pagó con el dinero obtenido gracias a la venta de grandes cantidades de seda de la que utilizaba para confeccionar paracaídas que Boss había comprado en el mercado negro durante la contienda» explica Hernández.
Después de ser multado, Hugo Boss decidió cambiar los trajes militares que confeccionaba por uniformes de trabajo. «A la vez, presentó un recurso ante los tribunales de justicia para limpiar su nombre. Sin embargo, Hugo Boss nunca obtuvo el perdón del Gobierno de la nueva República Federal de Alemania. Murió en 1948» sentencia el experto.

De uniformes nazis a ropa juvenil

Tras la reconversión de la empresa, los descendientes de Hugo, Siegfried Boss y Eugen Holly, decidieron cambiar radicalmente el negocio y buscar una nueva dimensión para sus futuras colecciones de ropa. «Orientaron el negocio hacia ‘los triunfadores y los jóvenes hombres de negocios’, según reza la publicidad de la marca del año 1953» determina el historiador.
Finalmente, 20 años después la empresa creció sustancialmente y, en la actualidad, se ha convertido en una marca que es sinónimo de elegancia y es usada por todo tipo de personajes famosos. «Hugo Boss se lanzó a patrocinar acontecimientos deportivos y culturales de todo tipo, consiguiendo transmitir una dinámica imagen de modernidad. En 1985 cotizó en Bolsa, hasta que en 1991, el imperio italiano de la moda Marzotto adquirió el 50,4% de las acciones» finaliza Hernández.

 


martes, 2 de octubre de 2012

75 sevillanos murieron en campos de concentración nazis

El Ministerio de Justicia digitaliza la documentación de los 4.400 españoles fallecidos en el holocausto El Ministerio de Justicia ha digitalizado y colgado en su página web un registro de los españoles fallecidos en los campos de concentración nazis, a partir de la documentación remitida a finales de los años 50 por la Dirección de lo Contencioso del Estado Civil e Investigaciones del Ministerio de Excombatientes y Víctimas de Guerra de Francia. La documentación fue recopilada en los 60 en diez tomos conservados en el Archivo del Registro Civil Central del Gobierno español, entre cuyas funciones está la inscripción de los decesos de españoles ocurridos en el extranjero. Son estos tomos los ahora digitalizados y recogen datos de 4.440 españoles fallecidos en los campos de concentración, entre ellos 75 sevillanos.

 La base de datos permite acceder a la ficha expedida por el Gobierno francés de cada uno de estos fallecidos, donde aparece además de sus datos personales, población de procedencia, fecha y lugar de la muerte, además de la dirección de la familia, si bien en algunos casos aparece que ésta es desconocida.

La gran mayoría de los españoles y sevillanos fallecidos a manos del holocausto nazi murieron en Gusen, un campo de concentración dependiente de Mauthausen y ubicado al este de la ciudad austriaca de Linz, donde se calcula que estuvieron presos 8.000 españoles, la mayoría de ellos exiliados de la Guerra Civil, y donde algunos historiadores apuntan a que entre sus muros fallecieron más de 44.500 personas. En el caso de los 75 sevillanos fallecidos, aparecen siete muertes en Mauthausen y una en el campo de concentración de Wien. El resto corresponden todas a Gusen.

Precisamente, la muerte de Jaime Rodríguez, natural de Sevilla capital, en Wien es la más temprana registrada de un ciudadano sevillano en estos archivos, concretamente se produjo el 27 de octubre de 1940. La más tardía corresponde a Pablo Barraro Duque, natural de Almadén de la Plata, ocurrida en Gusen el 9 de abril de 1943.

El origen de los 75 sevillanos fallecidos en los campos de concentración abarca hasta treinta municipios de la provincia, incluyendo la capital, si bien destaca el hecho de que diez de los ciudadanos registrados fueran naturales de Lora del Río. También hay varios casos de Estepa o La Puebla de Cazalla. 

En el listado aparecen varias parejas de hermanos, como es el caso de José y Antonio Mayoral García, de Constantina, muertos en Gusen en 1941 con un mes de diferencia; José y Manuel Calzado Redondo de Estepa, fallecidos también en Gusen en septiembre y diciembre de 1941 respectivamente; Gonzalo y Antonio Ortiz Crespo, naturales igualmente de Estepa y muertos ambos en Gusen en febrero y septiembre de 1941; o Antonio y Julio Serrano Hidalgo, de Peñaflor, el primero de los cuales falleció en septiembre de 1941 en Mauthausen y el segundo en diciembre del mismo año en Gusen.

lunes, 1 de octubre de 2012

Jóvenes de Israel se tatúan voluntariamente el número de sus abuelos de Auschwitz



Los jóvenes israelíes se tatúan en el brazo el número que sus abuelos, presos de Auschwitz fueron obligados a llevar marcado en el cuerpo, según publica este lunes el diario The New York Times.

La nueva moda juvenil pretende, según el diario, rendir tributo a la memoria de sus antepasados. De hecho, explican sus protagonistas, empieza a ser popular en un momento en el que la memoria viva de los supervivientes del Holocausto está a punto de desaparecer, con la pérdida de dicha generación.

Los números que los nietos se tatúan voluntariamente son los mismos que sus abuelos llevaban obligados para ser identificados en campos de concentración de la Alemania nazi.

La polémica está servida. Durante décadas, los ahora abuelos de Auschwitz trataron de cubrir e incluso retirar quirúrgicamente sus números tatuados. Los judíos tienen prohibido el entierro con tatuajes. Y muchos lamentan que con esta moda se esté perpetuando uno de los símbolos de humillación contra el pueblo judío.

Los tatuajes a los presos judíos se comenzaron a realizar en 1941 en los campos de concentración de Auschwitz y de Birkenau. Algunos presos fueron marcados en el pecho, pero la mayoría lo fueron en el antebrazo, lugar en el que se tatúan ahora los números de la memoria del horror sus nietos. Estos números eran grabados exclusivamente a los judíos "capacitados" para trabajar. En ocasiones eran mostrados con orgullo, sobre todo si los números eran inferiores al 80.000 porque significaba que llevaban sobreviviendo al campo de concentración varios inviernos.

Las voces críticas con esta nueva moda juvenil tienen claro que no les gusta nada: "Es muy chocante ver a jovencitas llevar un número de Auschwitz en el brazo", dicen.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Un héroe de la Segunda Guerra Mundial inspiró el personaje de James Bond



Cuando el Reino Unido está inmerso en los actos de celebración del 50 aniversario de la creación de unos de sus héroes de ficción más populares, el agente OO7, más conocido como James Bond, nuevas investigaciones desvelan la fuente de inspiración del personaje literario creado por Ian Fleming, llevado tantas veces a la pantalla.
Una nueva biografía sobre el héroe de guerra «Tommy» Yeo-Thomas reivindica que muchas de las experiencias «reales» de este espía, conocido con el nombre en clave de «White rabbit» (conejo blanco), son las que inspiraron y han sido recreadas en el personaje del agente OO7, tanto en la novela con las películas, informa The Thelegraph.

Torturado por la Gestapo

Yeo-Thomas fue lanzado tres veces en paracaidas en la Francia ocupada y llegó a ser capturado y torturado por la Gestapo, siendo trasladado a continuación al campo de concentración de Buchenwald, de donde logró escapar y alcanzar las líneas de los Aliados.
La relación del héroe real con el héroe ficticio ha sido desvelada gracias al descubrimiento, por parte de la historiadora Sophie Jackson, de unos documentos en el Archivo Nacional, situados en el oeste de Londres, que ha vertido ahora en el libro «Yeo-Thomas' exploits, Churchill’s White Rabbit: The True Story of a Real-Life James Bond».
En un dosier recientemente desclasificado, Jackson encontró un documento fechado el 15 de mayo de 1945 en el que Fleming, que también trabajó en el departamento de Inteligencia durante la guerra, hace una breve referencia a su relación con el agente y su exitosa fuga de los Nazis.
Al parecer los dos hombres, trabajaron en unidades distintas -Yeo-Thomas en Operaciones Especiales y Fleming en la División de Inteligencia Naval, y esta sería por tanto la primera vez que se ha logrado establecer una relación clara entre ellos..
Para Jackson, las grandes similitudes entre la vida de Yeo-Thomas y Bond, así como sus recurrentes experiencias, como sus fugas en la vida real y en la ficción, apoyan la teoría de que Fleming se inspiró en el agente británico para crear a su personaje.
«Eso demuestra que Fleming estaba muy interesado en el caso de Yeo-Thomas y que le hizo un seguimiento. Recogió su historia y le atrapó», agrega.

Parecidos más que razonables

La historiadora señala además la existencia de otros importantes paralelismos entre el héroe real y el de ficción: «Su vida personal y su relación y actitud hacia a la mujeres, así como la manera de comportarse como un agente secreto». Y relata a continuación de manera pormenorizada momentos puntuales que coinciden en la historia de ambos. «Yeo-Thomas, como Bond, siempre llevaba una pistola». Así se refiere a los métodos que utilizó el «Conejo blanco» para escapar de sus enemigos: «Utilizando la identidad de otro hombre (que queda reflejado en el filme Diamantes para la enternidad o Al servicio de su secreta majestad), saltando de un tren, escondiéndose en un coche fúnebre o disfrazándose. Antes que Bond, Yeto-Thomas tendría incluso que matar con sus propias manos para poder escapar de una prisión en Rusia».

Problemas psicológicos

Jackson cree incluso que los parecidos van más allá de las experiencias vividas por el «Conejo blanco», y que Fleming se inspiró también en los modales y el aspecto fisico de Yeo-Thomas, que como Bond tuvo una ajetreada vida amorosa.
Después de la guerra, Yeo-Thomas padeció problemas psicólogicos como consecuencia de sus traumáticas experiencias, que también quiso reflejar Fleming en la novela, aunque esta parte más sombria del personaje no ha sido trasladada a su adaptación cinematográfica. El héroe real murió en 1964, a los 62 años; mientras que el ficticio celebra ahora su medio siglo de vida.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Dan por muerto al 'Carnicero de Mauthausen', el nazi más buscado

Su destino alimentó todo tipo de especulaciones y rumores durante décadas, pero ahora es oficial: Aribert Heim, el criminal nazi más cruel y buscado del mundo, está muerto. La corte de distrito de Baden-Baden, anunció el cierre de todos los procesos abiertos contra Heim después de que los investigadores determinaran que murió de cáncer en 1992 en El Cairo, donde vivía con una identidad falsa. Tenía entonces 78 años.

Médico en el campo de concentración austriaco de Mauthausen, Heim asesinó a cientos de prisioneros inyectándoles veneno o sometiéndolos a aparatosas cirugías sin anestesia. Su crueldad le valió apodos como Doctor muerte o El carnicero de Mauthausen y lo convirtió en el número uno de la lista de criminales nazis más buscados del centro Simon-Wiesenthal. Tras la guerra trabajó como ginecólogo en Alemania y en 1962 se le perdió el rastro. La Fiscalía de Baden-Baden presentó cargos contra él en 1979 y lanzó una orden de captura internacional.

Los investigadores intentaron durante años saber su ubicación exacta buscándolo en vano por Suramérica y Europa. En 2009, informes del diario The New York Times y de la cadena alemana ZDF alentaron la sospecha de que se había ocultado en Egipto en 1963 usando su segundo nombre, Ferdinand Heim. Según esa pista, luego adoptada por los investigadores, Heim se convirtió en 1980 al islam con el nombre de Tarek Hussein Farid, que aparecía en los registros muertos el 10 de agosto de 1992. La Justicia y los cazanazis dudaron desde entonces si Hussein era Heim. Este año, el abogado del acusado ofreció nuevos documentos que probaban su cambio de nombre. Expertos de la corte de Baden-Baden ratificaron la autenticidad de las pruebas. Según el tribunal, también el hijo de Heim tenía "datos creíbles" de que el nazi era Tarek Hussein y de que murió en 1992.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Los prisioneros eran ganado humano

La II Guerra Mundial todavía esconde secretos. Durante la investigación de su nuevo libro, una historia global del conflicto que publicará la semana que viene en España la editorial Pasado y Presente, el prestigioso historiador Antony Beevor se topó con una desagradable sorpresa. El Ejército estadounidense y el australiano prefirieron no divulgar una atrocidad japonesa al final del conflicto: el canibalismo y el uso de prisioneros de guerra como “ganado humano”, que eran mantenidos con vida solo para ser asesinados de uno en uno con el objetivo de ser devorados. Esta salvajada formó parte, según los datos recogidos por el escritor británico, de “una estrategia militar sistemática y organizada”.

“Las autoridades aliadas, comprensiblemente, por temor al horror que esto podría causar en las familias de aquellos que murieron en campos de prisioneros, decidieron ocultar los hechos totalmente”, explica por correo electrónico Beevor, que se encuentra promocionando en Australia su libro, publicado en junio en inglés. “Por ese motivo, el canibalismo no formó parte de los delitos juzgados en el Tribunal de Crímenes de Guerra de Tokio de 1946”.

Como sucedió con el resto de sus libros anteriores, la búsqueda de nuevas fuentes y documentos produce sus frutos. Hasta ahora, este historiador británico, que encontró un filón en los archivos soviéticos que comenzaron a abrirse tras la perestroika, había hecho minuciosas descripciones de las batallas de Stalingrado, Berlín, Creta y el desembarco de Normandía (todos ellos publicados en España por Crítica, todos ellos best sellers). En La II Guerra Mundial, un volumen de más de 1.200 páginas, traza un relato global del conflicto, que no empieza con la invasión de Polonia, sino un mes antes y en el otro lado del mundo, en agosto de 1939, en el río Khalkin-Gol. Aquella batalla en la que el Ejército Rojo derrotó a los japoneses en Manchuria demostró que Zukhov era uno de los grandes generales soviéticos y significó una gran lección para Tokio, que abandonó su intención de abrir un segundo frente en Siberia. Si Stalin hubiese tenido que proteger su retaguardia en Extremo Oriente, el conflicto hubiese sido muy diferente.

La II Guerra Mundial es una fuente infinita de historias y horrores y Beevor rescata muchas en este volumen, desde cómo los nacionalistas chinos sobornaron a las tríadas de Hong Kong para evitar matanzas de extranjeros hasta la guerra bacteriológica en Italia. Tras el desembarco aliado, los nazis inundaron grandes extensiones de terreno en Pontino, introdujeron el mosquito anofeles y confiscaron la quinina. Unas 55.000 personas contrajeron la malaria al año siguiente.

En su historia sobre el final de la guerra en Asia, Némesis. La derrota de Japón 1944-1945, Max Hastings explica que los relatos de las atrocidades que sufrieron muchos prisioneros a manos de los japoneses fueron censurados para evitar que se produjese una espiral de venganzas. De los 132.134 prisioneros de Japón, murieron 35.756, un 27%. Tanto Hastings como Beevor describen todo tipo de crueldades contra prisioneros de guerra aliados, desde vivisecciones sin anestesia hasta palizas mortales o ejecuciones a bayonetazos, además de trabajos forzados. Sin embargo, el canibalismo organizado va más allá de lo imaginable.

“No fueron casos aislados: existió un patrón similar en todas las guarniciones de China y el Pacífico que se quedaron sin suministros por la Marina estadounidense”, explica Beevor, que visitará España a finales de mes y que estará en el Hay Festival de Segovia. No existen datos sobre el número de prisioneros que pudieron sufrir esa suerte, aunque sí que la mayoría de los casos ocurrieron al final del conflicto, en Nueva Guinea y Borneo. Las víctimas fueron locales y soldados papuenses, australianos, estadounidenses y prisioneros indios, que se negaron a combatir con los japoneses. “Los informes lo dejan muy claro: ‘No fueron incidentes aislados perpetrados por individuos o pequeños grupos en condiciones extremas”, explica Beevor, de 66 años, militar reconvertido en historiador.

La revelación del canibalismo en el Pacífico se suma al redescubrimiento de las violaciones masivas por parte del Ejército soviético en su avance por Alemania, que describió en Berlín. La caída, 1945. Existían muchos testimonios, incluso una de las obras fundamentales sobre la II Guerra Mundial, Una mujer en Berlín (Anagrama, 2005), lo relataba con una pavorosa mezcla de horror y resignación. Este libro, anónimo, había sido publicado en inglés en 1954. Pero esa atrocidad no entró a formar parte del acervo de conocimiento popular sobre el conflicto hasta que el ensayo se convirtió en un éxito de ventas.
Un profesor de la Universidad de Melbourne, Toshiyuki Tanaka, había descubierto en los años noventa documentos que describían casos de canibalismo, pero, según su versión, se trataba de una orgía de muerte de tropas fuera de control, algo similar a lo que ocurrió en circunstancias extremas en el sitio de Leningrado, donde 600.000 personas murieron de hambre o a manos de prisioneros rusos que no recibían ningún tipo de alimentos. Los documentos que ha encontrado Beevor describen algo muy diferente, una nueva vuelta de tuerca en el horror infinito de la II Guerra Mundial.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

EE UU supo de la matanza soviética de 22.000 polacos en Katyn, pero la encubrió

El Gobierno de Estados Unidos supo que los rusos habían matado a más de 22.000 polacos en el bosque de Katyn en 1940, pero encubrió el incidente para no enemistarse con Moscú, según documentos revelados por el Archivo Nacional estadounidense. 

La Alemania nazi y la Unión Soviética invadieron Polonia en septiembre de 1939, en el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, y se repartieron el país bajo un pacto entre Berlín y Moscú. Los invasores capturaron a cuanto soldado polaco encontraron, y la URSS confinó a unos 200.000 de ellos.

"Mientras que los alemanes iniciaban la matanza de judíos y polacos en la región occidental de Polonia ocupada, el Ejército Rojo (soviético) arrestó y encarceló a miles de oficiales, militares, policías e intelectuales en el este de Polonia", indicó el Archivo Nacional.

Los polacos capturados por los soviéticos fueron recluidos en varios campos situados en el oeste de la Unión Soviética y operados por la policía política de la URSS, agregó. Unos 15.000 polacos, que componían casi la mitad del cuerpo de oficiales de las Fuerzas Armadas del país vencido, jamás aparecieron vivos.

Alemania, a su vez, atacó a la Unión Soviética en junio de 1941, y en abril de 1943 las tropas alemanas encontraron en el bosque de Katyn, cerca de Smolensk, ocho grandes fosas comunes con los restos de miles de polacos que habían estado internados en el campo de Kozielsk.

Los alemanes encontraron cerca de Piatyjatki y Mdenove los restos de prisioneros polacos que habían estado confinados en los campos de Ostashkov y Starobielsk. Ésas se conocen como las masacres del bosque de Katyn, y los documentos divulgados por el Archivo Nacional de EEUU contienen, entre otros materiales, fotografías tomadas desde aviones en la región de Katyn.
 
El Gobierno del dictador soviético Iosif Stalin y sus sucesores en un primer momento negaron la responsabilidad soviética en las matanzas, culpando en cambio a Alemania nazi. Finalmente, la Unión Soviética reconoció su responsabilidad por las matanzas del bosque de Katyn en 1990.

Los documentos divulgados ahora sustentan la posición de los historiadores según los cuales la URSS perpetró las matanzas y el Gobierno del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt supo de los incidentes, pero ayudó a encubrirlos.

Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial en diciembre de 1941, cinco meses después de la invasión alemana en Rusia, y dos años más tarde Washington no tenía intenciones de enemistarse con quien era su aliado, la URSS, en la contienda con Alemania y sus aliados.

martes, 11 de septiembre de 2012

Ocultación y muerte accidental de un nazi en Burgos

Friedhelm Burbach nunca se sentó en el banquillo del gran Juicio de Núremberg, a pesar de que su nombre estaba en la lista de los principales dirigentes del nazismo que tras la derrota de Alemania en la II Guerra Mundial fueron buscados para ser juzgados por sus terribles crímenes contra la Humanidad. Burbach fue uno de los muchos jerarcas que, algunos huidos y escondidos con mucha fortuna, otros amparados por diversos gobiernos, no resultaron capturados y conducidos al estrado del proceso judicial más importante del siglo XX. En aquellos días de 1945 y 1946 en que nazis como Goering, Rudolf Hess o Von Ribbentrop eran condenados a muerte o a cadena perpetua por el alto tribunal, Burbach se hallaba escondido. Lo hacía en una granja de un pueblo de la provincia de Burgos: Cillaperlata, oculto en las estribaciones de los Obarenes, a la sombra imponente de la Sierra de la Tesla, muy cerquita de Trespaderne.

Burbach, afiliado de primera hora al Partido Nacional Socialista fundado por Hitler en los años 20, había llegado a España en 1933 con una misión: inocular el ideario nazi, sembrar toda la filosofía que años más tarde llevaría al mundo al borde del abismo. Hacer proselitismo. Convertido en comisionado nazi para España y Portugal, vivió de cerca las evoluciones de la II República y mantuvo relaciones con los sectores más conservadores y los partidos derechistas. Había residido en España en la década anterior, estableciendo negocios en Barcelona, Vigo y Bilbao. Antes de regresar a España vivió afincado en Lisboa. Sin embargo, en el verano de 1936, cuando se produjo la sublevación militar en España, se encontraba en Berlín.

Y allí desempeñó un papel crucial en el devenir de las relaciones germano-españolas. No en vano, en su despacho del Partido Nazi recibió el 20 de julio, sólo dos días después del golpe de Estado, a emisarios del general Franco que solicitaban reunirse con el ya Führer de Alemania para solicitar ayuda militar en la recién iniciada guerra de España. Burbach, cercano a los hermanos Hess, consiguió que aquella delegación le hiciera llegar a Hitler la carta que le remitía Franco. Como cuenta José María Irujo en su libro La lista negra. Los espías nazis protegidos por Franco y la Iglesia, Burbach se deshizo en elogios hacia el golpista militar español: «Voy a exponerle un caso extraordinario. En mi despacho están tres mensajeros del general Franco que acaba de sublevarse en España, y que traen una carta de este general para el Führer. El artículo 1º de nuestro reglamento del partido prohíbe toda intervención en asuntos interiores de otra nación, pero esta guerra de España es el principio de la disputa entre el nacionalsocialismo y las ideas del orden y la civilización contra el comunismo. Puedo afirmar que conozco el nombre y los antecedentes del general Franco, el más joven de España...». El resto es historia: Alemania apoyó a los sublevados, protagonizando sus contingentes alguno de los capítulos más horrorosos de la contienda, como el bombardeo de Guernica.
A la conclusión de la Guerra Civil Española Burbach se instaló en Bilbao con el cargo de cónsul general, a la vez que continuaba desarrollando labores empresariales que le procuraron pingües beneficios. Pero aquella cómoda vida habría de cambiar poco tiempo después. La derrota germana en 1945 precipitó la persecución que desde ese momento iniciaron los Aliados para con los jerarcas del III Reich. Franco fue instado por estos a entregar a todos aquellos alemanes con responsabilidades que se sabía vivían en España, país en el que muchos se ocultaron o desde el que viajaron a países americanos huyendo de las garras de la justicia. Ante esa tesitura, Burbach llegó a escribir a Franco, recordándole los servicios que había prestado a su sublevación.

Con todo, cuando el dictador español se sintió realmente presionado, Burbach, que había sido el primer representante de Hitler en España y que era hostigado, entre otras cosas, por organizar labores de espionaje, desapareció de su oficina consular, sita en la calle Máximo Aguirre de Bilbao. Su primer destino fue el pueblo burgalés de Trespaderne; cuando al poco tiempo dejó de ser un lugar seguro, se escondió en una granja de una localidad cercana, pero mucho más oculta, llamada Cillaperlata. Durante dos años, Burbach, conocido en la zona como ‘Rudy El alemán’, hizo muchas amistades y participó en numerosas jornadas de caza. Tanto que cuando pasó aquella fiebre perseguidora y regresó a su casa de Bilbao y a sus negocios, no dejó de acudir a este rincón de Las Merindades para disfrutar de esas jornadas cinegéticas.

Fallecimiento. Tenía 66 años Friedhelm Burbach la última vez que acudió a Trespaderne con escopeta. Establecido en Bilbao, vivía como un rey, sin miedo a ninguna persecución, amparado siempre por el régimen dictatorial, que le devolvió de esa manera sus favores. Eran las cuatro de la tarde cuando, ya de regreso a la capital vizcaína, conducía su Mercedes Benz a la altura de San Llorente de Losa. Según la autopsia, una hemorragia cerebral motivó que Burbach perdiera el control del vehículo, diera un volantazo y fuese a impactar violentamente contra un chopo que flanqueaba la carretera, causándole la muerte en el acto. Al día siguiente, una escueta nota en Diario de Burgos informaba del siniestro: En San Llorente de Losa un súbdito alemán se mató ayer con su coche al estrellarse contra un árbol, rezaba el titular. Pero nada más sobre la biografía del finado, excepto que era agente comercial. De su verdadera identidad y de su papel como miembro del Partido Nazi no se hacía ninguna referencia. Fue el destino y no la justicia el que borró el nombre de Friedhalm Burbach de la lista negra. Y de la faz de la tierra.

lunes, 10 de septiembre de 2012

El legado de Alan Turing



A pesar de ser un personaje absolutamente decisivo en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial (sin él posiblemente hubiera durado más, con más pérdida de vidas, con más sufrimientos), a pesar de ser uno de los padres de la Computación (tanto a nivel teórico como práctico), a pesar de haber revolucionado completamente el criptoanálisis, a pesar de una vida agitada y controvertida, la figura de Alan Turing no ha empezado a ser conocida por el público (fuera de los círculos académicos) hasta hace relativamente poco.

Efectivamente, Alan Turing que nació en Inglaterra hace justamente cien años (es por ello que este 2012 es considerado internacionalmente como el año Turing) lideró el grupo de criptoanalistas británico que consiguió descifrar los mensajes alemanes que usaban la máquina Enigma que se creía inexpugnable. Para conseguir dicho objetivo realizó hasta cinco aportaciones fundamentales al criptoanálisis y participó en el diseño y construcción de Colossus lo que muchos consideran el primer ordenador de la historia. El software (aunque no existía software tal y como hoy lo conocemos) de Colossus fue obra del propio Turing y, sobre todo, de Bill Tutte, muy conocido posteriormente por sus aportaciones a la Teoría de Grafos.

Pero el interés de Turing por el criptoanálisis y la informática teórica (sobre todo a esta última) es anterior a la Segunda Guerra Mundial ya que una de sus aportaciones decisivas procede de 1936 cuando publicó un artículo que es una de las bases de dicha disciplina y que supuso el nacimiento del diseño de ordenadores con programas almacenados. En dicho artículo se describe lo que posteriormente se ha llamado una máquina de Turing.

Una máquina de Turing (que es un mero ejercicio mental, no una máquina real) básicamente está constituida por una cinta infinita dividida en casillas contiguas en las que podemos escribir un 0 o un 1 (o no escribir nada) y una cabeza lecto-escritora; esta máquina está gobernada por un programa (sucesión finita de instrucciones) que llevará a la cabeza lecto-escritora a realizar distintas operaciones simples (leer lo que pone la casilla correspondiente, moverse un lugar hacia la izquierda o la derecha, cambiar el valor de la casilla o dejarlo tal y como está). Uno puede pensar que una máquina tan simple está muy limitada, sin embargo es comúnmente aceptado que todo lo que puede hacer un ordenador moderno puede ser realizado por una máquina de Turing. El trabajo en el que Turing presentó su modelo de máquina teórica sentó las bases de lo que es conocido como arquitectura Von Neumann (que perdura hoy en día dividiendo un ordenador en software y hardware) y constituye uno de los tres trabajos fundamentales (y en cierto sentido equivalente) de la teoría de la computación (los otros dos son el famoso teorema de Gödel y el trabajo de Alonzo Church).




Pero más que de su máquina, vamos a hablar un poco sobre él. Como dijimos al principio, Turing fue un personaje decisivo en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial ya que fue uno de los líderes de Bletchley Park y sus trabajos permitieron descifrar la mayoría de los mensajes que se transmitían los alemanes. Con ello los aliados disponían de información de primer orden que fue usada en innumerables ocasiones para prepararse ante ataques alemanes o para infligir pérdidas en los flancos más débiles del enemigo. De hecho, su relación con la Inteligencia Militar británica comienza en septiembre de 1938 (un año antes de la guerra). Durante la guerra su labor se centró en descifrar los mensajes elaborados con la máquina Enigma (usada por la marina alemana), para ello diseñó el llamado Bombe, un precursor de los ordenadores diseñado con el objetivo específico de desencriptar mensajes de Enigma. El primer  Bombe entró en funcionamiento a comienzo de 1940 y al final de la guerra había más de doscientas bombas funcionando a pleno rendimiento.

En un ambiente excéntrico con tantos científicos reunidos como era el de Bletchley Park, Turing tenía fama de excéntrico, o sea que…  Una de sus excentricidades consistía en desplazarse a veces corriendo hasta Londres para las reuniones de alto nivel a las que era convocado (Londres está a 60 km de Bletchley Park), ya que era un fanático de recorrer largas distancias corriendo, lo que le llevó a ser un gran maratoniano (su marca en 1949, ya con 37 años, estaba alrededor de las 2 horas y 45 minutos lo cual era sólo unos 10 minutos más lento que el campeón olímpico de la época).

Aunque al fin y a la postre, la excentricidad que posiblemente llevaría a Turing a su muerte fue su carácter de homosexual. A través de una denuncia que presentó por un robo que había sufrido en su hogar (por parte de un amante ocasional), su homosexualidad salió a la luz y por la misma ley por la que fue juzgado Oscar Wilde más de cincuenta años antes se le ofreció o bien una pena de cárcel o una castración química; optó por esta última y se le presentaron una serie de efectos secundarios que algunos consideran como una de las causas que lo llevó al suicidio en 1954.

Respecto a su suicidio, existen varias leyendas y algunos puntos oscuros. La autopsia determinó que se produjo por envenenamiento con cianuro, junto a su cadáver se encontró una manzana a medio comer, pero la manzana nunca fue analizada y por tanto se desconoce si fue la fuente del envenenamiento. Naturalmente, estos puntos oscuros han motivado el nacimiento de muchas sospechas, pero puesto que su cadáver fue incinerado, es posible que nunca podamos llegar a la certeza de qué fue lo que realmente ocurrió,  aunque no faltan voces que afirmen que no fue algo voluntario…

Por cierto, si os interesa  la figura de Turing, tanto el personaje como sus aportaciones a la Computación, Criptografía, Ingeniería o incluso a la Biología, este año, en Madrid, la Real Academia de Ciencias y la Fundación Areces (Madrid) han organizado el mayor evento alrededor de nuestro personaje celebrado  en España en este año de Turing. La inscripción es gratuita y tenéis información sobre El legado de Alan Turing aquí y aquí ¿Nos vemos allí?


viernes, 31 de agosto de 2012

La leyenda de los jinetes polacos que cargaron contra tanques nazis

La historia guarda un hueco especial para los héroes, pero eso sí, siempre que sea verdad lo que se cuenta de ellos, ya que en caso contrario están abocados al olvido. Esto es lo que ha sucedido con uno de los mitos más famosos de la Segunda Guerra Mundial, el que afirma que una unidad de caballería polaca cargó valerosamente contra decenas de tanques alemanes aún a sabiendas de que iban a ser aniquilados. Algo que, al parecer, es falso.

Este mito comienza el 1 de septiembre de 1939, cuando las tropas de Hitler iniciaron un conflicto mundial al invadir a su vecina Polonia. Para los nazis las prioridades estaban claras: conquistar en el menor tiempo posible el territorio haciendo uso de una de las estrategias militares más revolucionarias hasta la fecha, la ‘blitzkrieg’ o guerra relámpago. Esta táctica era sencilla y consistía en valerse de su superioridad tecnológica para sorprender a los enemigos con un asalto llevado a cabo con todo tipo de vehículos de gran velocidad (blindados o motocicletas). Sus contrincantes, que no habían visto hasta ese momento una estrategia como esa, no tenían tiempo de reaccionar antes de ser masacrados.

Los alemanes se toparon con un ejército polaco en el que la caballería aún contaba con un papel primordial. Y es que, en ese momento, algunos oficiales creían que era imposible que los inmortales jinetes cayeran ante las balas enemigas. De hecho, Polonia no contó con carros de combate hasta 1936, año en que adquirió poco menos que 40. Ante la fuerza arrolladora de Alemania, a sus vecinos sólo le quedaba la opción de resistir hasta recibir la ayuda de alguno de sus aliados europeos.

Entre los primeros objetivos de los nazis se encontraba el ‘Corredor de Pomerania’, un pequeño territorio cerca del pueblo de Pomorze que, situado en el norte del país, le otorgaba un acceso directo al mar Báltico. Para Hitler estaba claro: era necesario tomar este pequeño «pasillo» que le había sido arrebatado al pueblo alemán. Para ello, destinaron nada menos que al 4º Ejército nazi.

Nuestra historia se sucede en esta zona, en la que el alto mando polaco había afincado dos divisiones de infantería y una brigada de caballería con la intención de evitar la toma de Pomerania por parte de los alemanes.

Según el mito, la unidad de jinetes que se encontraba en este territorio, conocida como Brigada de Caballería «Pomorska», llevó a cabo lo que sería recordado como uno de los mayores actos de valor de un soldado durante de la Segunda Guerra Mundial. Según se cuenta, la caballería cargó, lanza y espada en ristre, contra una unidad de tanques alemanes. Estos blindados, conocidos como Panzers, masacraron a los valientes caballeros haciendo valer su superioridad tecnológica.

Además, la leyenda continúa y afirma que la derrota fue tan aplastante que la carga de la «Pomorska» fue la última de la historia, al menos durante un conflicto militar. Y es que este combate dejó sin argumentos a los que apoyaban la caballería. Estaba claro, la época del jinete había tocado a su fin.

La leyenda habla de valentía y honor pero ¿se produjo realmente esta carga?. Según las declaraciones que el historiador Steven J. Zaloga hace en su libro «La invasión de Polonia: 'Blitzkrieg'», la respuesta está clara: este mito es falso. Para Zaloga, los hechos se sucedieron de una forma totalmente distinta, y comenzaron cuando las tropas polacas tuvieron que retirarse hacia el sur del corredor de Pomerania ante la presencia de un gran contingente alemán.

Según explica en sus escritos, contra quién realmente combatió la «Pomorska» durante la guerra fue una unidad alemana motorizada que contaba con algunos vehículos, pero no con blindados. «La Brigada de Caballería ‘Pomorska’ libró todo un día de choques con la 20º División de Infantería Motorizada alemana a lo largo del río Brda, obligando al comandante enemigo a pedir permiso para replegarse ‘ante una intensa presión de caballería’.», escribe el historiador.

Ese mismo día -2 de septiembre de 1939-, la «Pomorska» libraría la batalla que le otorgó su fama, aunque no fue contra blindados. «A última hora de la tarde el jefe del 18º Regimiento de Lanceros, coronel K. Mastelarz, mandó una incursión de dos escuadrones tras las líneas enemigas» determina Zaloga en el documento. «Tras salir al galope de un bosque, sorprendieron al descubierto a un batallón de infantería alemán y cargaron al sable contra la atónita unidad enemiga», explica el historiador.

Los jinetes consiguieron diezmar al regimiento enemigo, pero finalmente la tecnología dio la victoria a los alemanes cuando varias de sus autoametralladoras hicieron retirarse a los caballeros. Después del combate, 20 de los 50 polacos que formaban la unidad de la incursión habían muerto, y entre ellos estaba su comandante. «Al día siguiente se llevó al lugar corresponsales de guerra italianos y se les dijo que los jinetes habían cargado contra carros de combate», sentencia el historiador.

Zaloga también da las claves de porqué esta mentira fue aceptada tanto por alemanes como por polacos. Y es que ensalzaba la tecnología militar de los nazis a la vez que daba a conocer el valor de la caballería polaca. «Esta historia se fue magnificando hasta convertirse en parte de la propaganda alemana y en uno de los mitos más duraderos de la campaña de Polonia», sentencia el historiador en su libro.