miércoles, 18 de marzo de 2009

La guerra fallida

Cuando las tropas de Hitler invadieron Ia Unión Soviética, en 1942, la victorica nazi parecía inevitable. Misteriosamente, el führer detuvo a su ejército en las afueras de Moscú, error que causó un desastre y demostró que el Tercer Reich no era invencible.

Sin ninguna advertencia, el 22 de junio de 1941 los soldados alemanes salieron de sus trincheras hacia el asalto masivo contra la Unión Soviética. A pesar de los avisos, Stalin fue tomado completamente por sorpresa.

Stalin, suspicaz hacia el occidente capitalista, no podía creer las evidencias que demostraban que Hitler tenía intenciones de lanzar en 1941 una invasión sorpresa contra Rusia. Para indignación del mundo, los dictadores de la URSS y la Alemania nazi, autoproclamados mesías de sistemas políticos diametralmente opuestos, el 23 de agosto de 1939 firmaron un pacto de no agresión por 10 años, en los que negociarían pacíficamente sus desacuerdos. Nueve días después, el 10 de septiembre, Alemania invadió Polonia, que según un acuerdo secreto sería dividida con la URSS. El ataque originó la Segunda Guerra Mundial.
Mientras la guerra devastaba Europa y las asombrosas tropas nazis marchaban implacables hacia el Atlántico, Stalin se aferro desesperadamente a la ilusión de que su vasta pero pobre nación no sería atacada. "Es mejor mantenerse aparte del conflicto", explicó un funcionario de la organización comunista internacional conocida corno Comintern, "aunque nos encontramos preparados para intervenir cuando las potencias involucradas se debiliten por la guerra, y podamos asegurar la revolución social". Por su parte, el líder soviético abasteció a su dudoso aliado alemán con materias primas esenciales tales como granos, petróleo y hierro.

Pero luego de conquistar Francia y asegurar su dominio en Europa, el führer se sorprendió de la obstinada resistencia de Inglaterra, que en el verano de 1940 resistió los ataques de su poderosa fuerza aérea, la Luftwaffe. En la batalla de Inglaterra, Hitler comunicó a su Estado Mayor su decisión de vencer al comunismo ruso de una vez por todas. Al eliminar a Rusia como posible aliado, esperaba ganar a los ingleses aplastando su última esperanza. Tras meditar un año, consideraba que la Unión Soviética se estaba haciendo peligrosamente fuerte. El 18 de diciembre, la ultrasecreta Directiva 21 de Hitler ordenó preparar una blitzkrieg ("guerra relámpago") contra Rusia para el verano siguiente. La Operación Barbarroja, cuyo nombre provenía de un emperador germano medieval que conquistó el Este, no debía durar más de cuatro meses. Requeriría de al menos tres millones de soldados, 3.400 tanques y unos 3.000 aviones: se trataba de la campaña terrestre más grande de la Histcria. Mientras tanto, Stalin decretó que sus soldados no provocaran a Alemania, ni siquiera reaccionando a los vuelos nazis de reconocimiento sobre territorio soviético. Consideró como trucos capitalistas las advertencias del primer ministro británico Winston Churchill, e ignoró las sombrías y exactas predicciones de su red de espías en Alemania. El 22 de junio de 1941, un tren cargado con grano ruso para Alemania cruzó la frontera a las 2:00. Una hora y 15 minutos después, sin molestarse en declarar la guerra, Hitler envió a sus tropas tras la frontera rumbo a Moscú. El pacto de no agresión tuvo una duración de apenas 22 meses.


Mal cálculo de Hitler
Hitler y sus nazis despreciaban a los rusos, considerandolos untermensch, inferiores a los seres humanos. Hitler pensaba que el comunismo era obra de intelectuales judíos y quería exterminar a la supuesta clase judeo-bolchevique. Creía que su dominio del mundo y su nuevo orden se lograrían si controlaba los vastos recursos naturales y agrícolas de Rusia, aun si como resultado morían de hambre millones de personas. Al optar por una política de crueldad sin precedentes, el dictador nazi dijo a sus jefes militares que podían ignorar las reglas básicas de la guerra, puesto que los soviéticos no eran signatarios de las convenciones de Ginebra. El arma principal contra el pueblo sería el terror. El plan buscaba como primer paso que el partido nazi y las SS tomaran inmediatamente la administración de los territories capturados. Todos los comisarios sovieticos, civiles o militares, serían ejecutados. Además de perversa, esta política era un grave error de cálculo, pues muchos ciudadanos soviéticos no comunistas veían a los alemanes como sus liberadores de las atrocidades de Stalin. En Ucrania, los aldeanos ofrecían brindis a los invasores y daban gracias en las iglesias cerradas por Stalin. Pero en cuanto el enemigo mostró su brutalidad, la azorada ciudadanía comenzó de inmediato a contraatacar. El pueblo ruso tenía horribles alternativas. El 3 de julio Stalin habló por primera vez en público (y sorprendió a los rusos con su fuerte acento georgiano), desentendiéndose de la propaganda del partido y llamando al sacrificio en aras de la Madre Rusia. Muchos respondieron a este patriotismo, pero su lealtad estaba respaldada por la policía secreta NKVD. Se disparaba contra los oficiales que ordenaban retiradas estratégicas y éstos, a su vez, disparaban contra sus propios soldados, que eran blanco del enemigo a la vez que de sus superiores. Antes de fin de año, Hitler se jactaba de haber derribado 17 mil aviones de la URSS, Desde el 19 de julio, se tenían prisioneros a más de 400.000 soviéticos. Más aún, para el 3 de julio las fuerzas alemanas habían penetrado 510 km en territorio ruso, a medio camino hacia Moscú. Al día siguiente Hitler dijo: "Prácticamente, el enemigo perdió esta campaña."


El azote de la interferencia
Pero la naturaleza intervino poco después, cuando los alemanes casi tenían la victoria. En julio, las lluvias torrenciales hicieron lodazales que atascaron los vehículos nazis. Los pocos caminos y vías férreas del subdesarrollado país apenas resistían el abastecimiento del ejército invasor. Aunque las bajas rusas eran numerosas porque los incompetentes comandantes habían destacado a demasiadas tropas en el frente, había muchas reservas en la población nativa. Pero estos indicios del futuro desastre eran poco importantes cuando la máquina de guerra nazi lograba un triunfo tras otro. El 19 de julio, las fuerzas de Hitler tomaron la entrada natural a Moscú y estaban a 320 km de la expuesta capital. La victoria parecía inminente. Entonces Hitler se contrapuso a sus generales. En lugar de tomar la capital, el führer -que prefería hacer la guerra en movimientos de flanco- decidió ir hacia Leningrada, al norte, y a las ricas regiones industriales, carboníferas y petrolíferas del sur. Pensó que la toma de Leningrado sería una enorme victoria psicológica, y las materias primas eran vitales para su proyecto de guerra. Esperaba lograr ambos objetivos antes del invierno. Los historiadores militares considerarían este periodo de inactividad como el origen del fracaso de la campaña. Al principio, a pesar de los temores de los asesores militares, el plan funcionó bien. Al sur, Kiev fue ocupada el 20 de septiembre y se llevó a los campos a 700 000 prisioneros. Al norte, los atemorizados habitantes de Leningrado trabajaban día y noche, preparándose para lo inevitable: aislada de la ayuda exterior, la hermosa ciudad fundada por Pedro el Grande se consideró perdida. Los alemanes no se molestaron en planear el asalto, pensando que el largo asedio había desmoralizado a los habitantes. Luego de una pausa de un mes, Hitler se preparó para tomar Moscú. En dos meses de guerra, su saldo de bajas era de 409.998, incluyendo 87.489 muertes. Más de la mitad de sus vitales tanques estaban fuera de combate. Para sorpresa de sus generales, los reportes de inteligencia sobre la fuerza enemiga resultaron ser totalmente insolitos. Esperando enfrentarse a 200 divisiones rusas, ya se habían topado con 360. Pero la Operación Tifón, que era el ataque contra Moscú, comenzó bien: en dos de las batallas preliminares se capturó a 663.000 soldados soviéticos y miles más desertaron, desmoralizados por las victorias en el norte y sur. Ninguna otra guerra en la Historia tuvo tales cifras de prisioneros y botín militar.

EI objetivo de Hitler era tener a la URSS a su merced para fin de año, y su avance inicial hacia Moscú fue veloz. Stalin hizo apurados preparativos contra la devastación. En la foto, trabajadores civiles excavan fosas antitanques.

La naturaleza: adversario final
En octubre volvieron las lluvias, enrolando al famoso "General Lodo" contra los invasores, cuyo ritmo decayó del relámpago a la tortuga. Miles de vehículos se atascaron. En julio, los alemanes avanzaban un promedio de 45 km diarios; ahora pasaban días en que no avanzaban ni un kilómetro. Durante el respiro que dio la decision de Hitler de no atacar antes, Stalin pudo movilizar a 30 divisiones siberianas como refuerzo para la indefensa capital. Además, los rusos podían usar su nuevo tanque T34, reconocido actualmente como el mejor tanque empleado en la Segunda Guerra Mundial. Los cohetes Katiuska, conocidos como órganos musicales de Stalin, llovían sobre el enemigo. En Moscú unos 100.000 habitantes, en su mayoría mujeres, excavaron trincheras y tendieron alambre de púas. Unos dos millones de moscovitas huyeron al este, pero el Ejército Rojo y la Guardia Civil permanecían desafiantes. Finalmente, el frío del invierno congeló el lodo y los alemanes pudieron reanudar su marcha. El 15 de noviembre se trabó combate. Pocos días después el invierno ruso cobró nueva furia, congelando motores de tanques, rifles y metralletas. Los alemanes usaban lubricantes para verano, las nevadas impedían la llegada de provisiones y los soldados, que no recibieron botas pesadas ni abrigos, se congelaban. A principios de diciembre la temperatura llegó a los 40° bajo cero y los alemanes sucumbían. Tal vez Hitler sufrió unas 100.000 bajas, entre ellas 14.000 soldados que sufrieron amputaciones. Muchos de los heridos murieron de frío. Los rusos se recuperaron tanto psíquica como militarmente y los invasores alemanes morían por miles ante las interminables olas de contraataques.

Los alemanes lanzaron un ataque en tres frentes contra la Unión Soviética: al norte, hacia Leningrado; al centro, hacia Moscú; y al sur, hacia la región industrial del Don, lugar en que se localizan los campos petroliferos del Cáucaso y Crimea.


Fin de una ilusión
"Es ilusoria la idea de que se desbanden las fuerzas enemigas ante nuestros ejércitos", informó un general alemán el 10 de diciembre. Dos noches después se emprendió la retirada ante un vigoroso contraasalto ideado por un héroe militar ruso, el mariscal Georgi Zhukov. Durante el resto del cruel invierno, los invasores no recuperaron la iniciativa. Llegaron a 43 km de Moscú y fracasaron. Leningrado no fue ocupada. Aunque Alemania controlaba el grano de Ucrania y mucho del carbón y hierro rusos, se le rechazó de las vitales reservas petroleras del Cáucaso.
Como Napoleón, Hitler no pudo conquistar Rusia, pero su determinación agresiva ante aquellas circunstancias evitó un repliegue caótico, pues creía que aun las retiradas tácticas dañaban la moral combativa. Firme ante sus aterrorizados generales, mantuvo en lucha a sus tropas. El soldado común permaneció leal al führer, aun cuando se veía forzado a comer carne de caballo congelada. Pero el mundo vio que los nazis no eran invencibles y el efecto psicológico de esto en el futuro de la guerra fue enorme tanto en Gran Bretaña corno en los Estados Unidos. Por una parte, los alemanes exterminaron a medio millón de soldados rusos, hirieron a un millón y capturaron a tres millones, aproximadamente el mismo número que todo el ejército invasor. Pero por otro lado unos 830.903 soldados, la cuarta parte del eiército alemán, habían muerto, estaban heridos, presos o desaparecidos, desmintiendo efectivamente la afirmación de Hitler de que el Ejército Rojo era "inútil en combate".
Hitler inmediatamente culpó a sus subordinados por el fracaso. Oficiales del ejército, incluyendo a 35 generales de división, fueron purgados, y el dictador asumió un control aún mayor de la estrategia militar. Sin embargo, sus errores ya no pudieron ser minimizados. Perdió la oportunidad de ganar para su causa al oprimido pueblo soviético, que durante la revolución socialista ya había perdido 20.000 personas. El führer evaluó erróneamente la fuerza de la resistencia enemiga y las dificultades de librar una guerra contra Rusia: dilatadas rutas de abastecimiento, clima severo y un incontenible fervor nacionalista. El fallido asalto contra Moscú fue un punto crucial de la Segunda Guerra Mundial. Animada por el desastre, fortaleciéndose mientras Hitler se concentraba en el frente oriental, Inglaterra se revigorizó. Los EUA tuvieron más tiempo para prepararse para el conflicto, y Rusia -a pesar de desconfiar del occidente capitalista- estuvo dispuesta a cooperar con los Aliados.


El asalto final
Debilitado pero aún firme, Hitler planeó una ambiciosa ofensiva para el verano de 1942, incluyendo la toma de Stalingrado y la entrada a los campos petrolíferos del Cáucaso. En una sola incursión aérea murieron 40.000 soviéticos. Pero una vez más el dictador nazi se detuvo cuando estaba a punto de ganar, desplazando a sus tropas de la agotada ciudad durante dos semanas. Cuando los invasores regresaron, los furiosos rusos estaban acantonados entre los escombros de los 50 km del centro industrial, prestos a luchar casa por casa. Tenían todo en contra, empezando por la superioridad de las armas alemanas, hasta que volvió el cruel invierno. El 19 de noviembre una contraofensiva rusa arremetió contra el 6° Batallón alemán, sitiándolo en Stalingrado. Como en 1941, las ventiscas atacaron a los mal equipados soldados, que sufrieron heladas, enfermedad y hambre. Hitler juró no replegarse, pero los sobrevivientes de la fuerza de ataque, de 300.000 soldados, se rindieron el 31 de enero de 1943. Las impetuosas semanas en que la Plaza Roja de Moscú fue considerada casi como cualquier otro botín de guerra eran ya un recuerdo lejano. En el camino a la capital, así como en el camino a Stalingrado, el extraño titubeo de Hitler cambió el destino de muchos países. Cuando las esperanzas de lograr la victoria se esfumaron, el derrotado führer sólo pudo lamentarse: "El dios de la guerra se pasó al otro bando."


Leído en Secretos y Misterios de la Historia.

No hay comentarios :

Publicar un comentario